Lo noté aquel domingo que cortaba la hierba del jardín. Hace dos meses delimité las jardineras para evitar la invasión de maleza. Preparé la tierra, colocándole hierbicida, luego extendí una malla negra a lo largo y ancho del cajete y, no conforme con esto, regué la superficie con pequeños trozos de madera, para así doblegar definitivamente a la maldita…
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Al mismo tiempo, en una maceta con tierra fertilizada, sembré unos geranios, que coloqué en un lugar con sol estratégico. Le puse el agua debida y cada mañana me asomaba para estar al tanto de su crecimiento. Ayer que me dispuse a limpiar el jardín, me di cuenta de que las jardineras, aun con todo lo hecho para evitarlo, estaban plagadas de hierbajos, cuya raíz se enraizaba incluso en la malla negra, lo que me decía que no bastó ni veneno, ni trozos de madera, ni nada para detener su asedio. En cambio, los geranios, siempre delicados y tímidos, se malograron. Ni siquiera alcanzaron a sacar la cabeza por encima de la tierra, que ahora estaba seca como la piel del desierto. Quise encontrar un significado en todo esto, y no tuve más remedio que concluir: aprende de la maleza del jardín, que no se arredra con nada y, sobre todo, nadie su obstinencia iguala.
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Rogelio Guedea
Senior Lecturer
Spanish Programme Coordinator
Department of Languages and Cultures
University of Otago
95 Albany Street
Dunedin, New Zealand