Llego al centro comercial y lo primero que veo es una tienda de aparatos electrónicos ofertando todo (o casi todo) a mitad de precio. La curiosidad me jala de un hombro y entro. Lo primero que miro son largos pasillos repletos de computadoras, televisiones con pantalla de plasma, teléfonos celulares, cámaras fotográficas, ipods, emepetrés, videojuegos, y todavía más teléfonos celulares, más ipods y más computadoras. Es casi indigerible (e inimaginable) la cantidad de aparatos acomodados uno después de otro, arriba y abajo, en los anaqueles y estanterías. Toda la gente viendo, comprando, revisando, probando, preguntando qué hacer con este botón, qué hacer con este otro. Me da gusto ver, de pronto, todo esto que el hombre ha inventado, pero al cabo de un rato de caminar pasillos y pasillos en donde encontré personas que ni siquiera me dijeron con permiso o buenos días porque estaban impávidas ante las nuevas aplicaciones del Ipod, o absorbidas con las maravillosas funciones de la videocámara, o atónitas ante la nueva generación de videojuegos, me sentí más solo que nunca, abandonado a mitad del desierto, olvidado en medio del mar. Quizá por eso, cuando el empleado de la tienda vino corriendo para decirme que si no me gustaban esos televisores High Definition podría mostarme los Full High Definition que acababan de llegar, me encogí de hombros y no tuve más remedio que decirle que no, que sólo estaba de paso por aquí y que, como uno suele hacer en estos casos, ya me ib
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Rogelio Guedea
Senior Lecturer
Spanish Programme Coordinator
Department of Languages and Cultures
University of Otago
95 Albany Street
Dunedin, New Zealand