COLIMA, EN JAQUE
CARLOS OROZCO GALEANA
Luego de cuatro meses de incertidumbre política y social por lo cerrado de la contienda para gobernador de Colima, el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación determinó anular la elección pasada con un marcador, hablando en términos futboleros, de un cuatro contra dos.
Era deseable que este trámite terminara con la etapa de competencia política de varios meses que comenzó propiamente con la designación de los candidatos a gobernador de los distintos partidos. Nuestra sociedad, compuesta por unos 750 mil habitantes, se ha reconocido los últimos tiempos como un lugar digno para vivir pero al mismo tiempo como una entidad donde al calor de las ambiciones está siendo arrinconada por el crimen organizado, por la crisis económica y ahora por aquella decisión del TEPF. Y, para colmo, nos sacudió el huracán Patricia que, gracias a Dios, desvió su curso de manera inexplicable, acción que los creyentes califican de milagro.
Las condiciones políticas, sociales y económicas de Colima lucen, pues, alteradas. La nueva elección provocará nuevamente odios e iras mal controladas de los distintos actores. Nuestra entidad ha sido sometida a un bombardeo ideológico- mediático como pocas veces en su historia este año. La insatisfacción que vivimos tiene explicación en los discursos revanchistas de personas que no tratan de conquistar el poder con propuestas de desarrollo y mejoría social sino con calumnias, con el desprecio hacia el que piensa distinto porque simpatiza con un partido diferente. Las lenguas infamantes no tienen reposo, están en su elemento.
Pero también hay un factor que aporta a la desestabilización: la disputa por el territorio local, principalmente Manzanillo, lugar por donde entra y sale droga, precursores químicos, millones de dólares. Colima viviría en la tranquilidad de antaño si no fuera esta circunstancia geográfica la que estuviera generando inestabilidad y crimen.
Colima requiere unidad, trabajo, legalidad y desarrollo que no podrá lograr si los colimenses siguen acosados por voluntades malignas, preocupadas solamente por el poder y por dar suelta a frustraciones y amarguras. Tenemos que procesar adecuadamente lo que ha ocurrido. La elección de junio es pasado. El TEPJ dictaminó injustificadamente, pero hay que respetar su decisión, aunque debe acompañar su acuerdo final buscando penalidades hacia sujetos que lo alteraron con sus acciones suspicaces y simplonas.
Como si no hubiera problemas, pues, Colima enfrentará una elección nueva, en medio de una desconfianza por la sospecha de una posible intervención del crimen organizado en aquella y por un atentado político grave contra un exgobernador que, ya dirán las instituciones respectivas, si tiene o no ligazón con aquellos intereses.
Ante la elección venidera, los colimenses debemos tener una percepción adecuada de la realidad, una justa jerarquización de intenciones y una adecuada inserción en el tiempo; todo esto conformará un grado de madurez. Elijamos correctamente a nuestro gobernador.
Observemos las cualidades de los contendientes. No podemos sentar en palacio de gobierno a nadie sin preparación suficiente, con el corazón enfermo por las amarguras y los deseos de revancha y de acceder al poder por la vía que sea, cochinito como el que más, sino por un colimense de bien, capaz y honorable de conducir el destino de Colima hacia fases de desarrollo que generen bienestar, justicia, armonía e igualdad. La mayoría de colimenses lo tenemos bien identificado. No debemos hacernos el harakiri.
La política debe ser el instrumento unificador, cohesionador de voluntades y propósitos. Lamento, por último, que por el dicho de una persona supuestamente tonta y que no supo lo que hizo, se haya anulado la voluntad ciudadana en una elección tan fiscalizada voto por voto y casilla por casilla ( dos veces).Así las cosas, tendremos otra vez la palabra y elegiremos otra vez en libertad como el 7 de junio pasado. Y a propósito: ¿ Quién coopera para la nueva elección?