COLIMA, PUNTO FINAL
CARLOS OROZCO GALEANA
Con haber desechado el TRIFE la demanda contra la elegibilidad del ganador de las elecciones colimenses, Ignacio Peralta, porque el promotor de la impugnación “no tenía interés jurídico”, pone prácticamente fin a un proceso que se alargó un año y mantuvo en vilo a partidos, medios informativos, ciudadanos y autoridades electorales. Este órgano jurisdiccional dictaminó que el asunto concluyó, por lo cual el 11 de este mes tomará posesión del cargo el nuevo gobernador previa calificación y validación del proceso.
Se cerrará así una etapa diferenciada por una guerra sucia que no tuvo antecedentes pues al menos dos de los candidatos, al carecer de propuestas, pensaron equivocadamente que solo atacando a sus adversarios ganarían la elección. Después de todo, lo bueno fue que el voto no se desplomó como se pensaba y rozó el 56 por ciento del padrón.
Queda una lección para los árbitros electorales: no deben permitirse campañas de lodo ni hacerse de la vista gorda solo porque cualquier fulano tiene un cargo representativo. La Fepade hizo el ridículo en Colima al no castigar al candidato albiazul, Jorge Luis Preciado, que irrumpió en un programa de corte asistencialista para hacerse publicidad. Debieron quitarle la candidatura y hubiera sido legal. Ojo, pues, con el actuar de la FEPADE en los procesos del 2016.
Nacho Peralta llega legitimado con dos victorias sobre sus adversarios. Ganó otra vez porque modificó su discurso y sus operadores en la elección extraordinaria sacaron raja al compararlo con el resto de aspirantes, a quienes superó por tener perfil mejor para gobernar. Ganó también porque su partido se rehízo desde sus estructuras básicas y hubo mayor organización y planeación, cosa que no ocurrió en la primera campaña. Y además, estuvo Manlio Beltrones como operador principal.
En unos días, el nuevo gobernador dará de qué opinar seguramente por la forma en que integre el gabinete y sus mandos medios más relevantes. Si escoge a los nuevos funcionarios de entre los más capaces, comprometidos y honestos, acertará y hasta se le aplaudirá, pero si se equivocase dando preferencia a los amigos – que todo gobernador tiene, claro – nada más porque lo son, lo lamentará pronto.
Los actuales no son tiempos en que los puestos se asignan por compadrazgo o amiguismo y todo mundo queda tranquilo. Quienes ceden a la tentación de llenar de familiares o amigos las nóminas, pierden credibilidad y confianza al puro comienzo. Nacho Peralta debe imbuir en todos los funcionarios el afán de servir a los colimenses por igual, sin ideologías de por medio ni otras distinciones como el origen social o el género, porque hay los que quieren puestos públicos para ver qué sacan además del sueldo. Debe convencer con su testimonio, ser como José Múgica, por ejemplo, sencillo, coherente honrado y trabajador, cosa nada fácil. La mística ha de ser que los recursos son patrimonio propio y nadie debe disponer de ellos para su beneficio propio. O sea, el que quiera plata, que no trate de obtenerla de los cargos públicos, que son para servir.
El nuevo gobierno tendrá que abocarse rápido a la conformación del plan de desarrollo sexenal y recuperar la confianza de la población. Esto sucederá solo con una gobernación congruente, dinámica, eficaz, respetuosa de los derechos individuales y colectivos, imaginativa, tolerante.
El nuevo gobernador tiene los talentos para hacer el mejor gobierno de Colima en su historia. A lo largo de los sexenios, no recuerdo a un candidato con la formación profesional que inspirara confianza tan solo por esta característica tan suya. Pero a este elemento tendrá que agregar una gran dosis de carácter para sobreponerse a las adversidades y negociar con los distintos grupos que concurren en la esfera del poder y fundar equilibrios políticos duraderos.
Estará, sin duda, bajo la lupa ciudadana; no tendrá margen para equivocaciones de gravedad. Los colimenses esperamos un gobierno visionario, dinámico, transparente y más resolutivo. Con esto quedamos satisfechos. ¿ A poco no?