Sensibilidad artística de los niños Down

El arte no repara en discapacidades. La acuarela, el grabado, el óleo no marginan al que los manipula, como lo hace Josafat Calónico, alumno de la Escuela Mexicana de Arte Down de la Fundación John Langdon Down.

Josafat vive con su madre y un hermano cinco años mayor que él; su madre es empleada del gobierno federal, y es el sostén de la familia.

Ingresó a la Fundación John Langdon Down a los pocos días de nacido. Hoy tiene 26 años, y fue a los 20 cuando se inició en los talleres de arte de esta institución cien por ciento mexicana, y modelo único en el mundo.

A él le gustan los mitos y prefiere las situaciones fantásticas que expone en sus pinturas, grabados y litografías, y es uno de los autores que aparece en el libro Escuela Mexicana de Arte Down; una obra que alberga los trabajos de 29 jóvenes mexicanos que estudian arte en la fundación John Langdon Down.

En el prólogo de esta obra Carlos Fuentes asegura que la naturaleza es injusta; “distribuye con desigualdad sus ofertas, pero al mismo tiempo es justa. A veces no da algo para dar más. Es el caso de los niños con síndrome de Down. Suscritos largo tiempo a la sombra, poco a poco han salido a la luz. Y algo más: nos han aportado la luz a los que, por otros motivos, habitamos espacios oscuros.

“No hablo de una compensación, sino de un hecho que es un estado. Los niños y jóvenes Down poseen una capacidad creativa excepcional. Saben ver más que el común de los mortales. Ven más lejos. Ven más bello. Nos deslumbran. Nos revelan lo que estaba allí, pero no habíamos sabido ver. O si prefieren ustedes, lo que no estaba allí, y ellos vieron en otro nivel de la imaginación plástica”, comenta el autor.

Expositores por el mundo

Con esta obra, los jóvenes han expuesto en numerosas ciudades de Asia, América y Europa, y con ello “no sólo disfrutan su derecho de participar de la vida cultural sino que contribuyen a la sociedad y la enriquecen con su obra”, comenta Sylvia García Escamilla, directora de la institución.

Cuando Josafat Calónico se entera de que su obra se expondrá en otro país, muestra gran entusiasmo, manifiesta su deseo de ir y pregunta cómo es el lugar, y cómo podría llegar. Lo mismo hacen Alma Rosa Rodríguez, la mayor de las alumnas de 58 años de la Escuela Mexicana de Arte Down, y Armando Robles, quien no cuenta con su mano izquierda y tiene dificultad para establecer comunicación verbal: ellos han encontrado la manera de expresarse a través del arte.

Hasta hace poco, Armando no toleraba la presencia de nadie más a su lado, no compartía sus artículos de arte, ni su música, tampoco sus películas, pero fue a través de la Escuela de Arte Down que comenzó a integrarse con sus compañeros, así como a aceptar cierta cercanía.

Hoy Armando ya procura la interacción con sus compañeros en el salón de clases, e inclusive trata de explicar los matices y las texturas de su obra cada vez que expone.

La vertiente emotiva

Al conocer la Escuela de Arte Down, el reconocido pintor Rafael Cauduro escribió un texto en el que expresó: “conocemos el mecanismo que genera el síndrome de Down, y los efectos que producen en las personas, pero poco o casi nada sabemos de lo que ocurre en el interior de ellas, y es muy difícil que puedan expresar su interioridad de manera verbal, porque su capacidad conceptual no lo permite.

“Ellos ciertamente pueden expresarse en la vida cotidiana con solvencia suficiente, pero se les dificulta el manejo de las metáforas verbales que expresan nuestra emociones. La elaboración conceptual de sus vivencias les provoca una saturación de emociones que no pueden hallar cauce con el recurso de las palabras, pues en ellos predomina la vertiente emotiva de la conciencia.

Para Cauduro, muy poco sabríamos de ellos si dependiésemos sólo de las palabras; sin embargo, la escasez de las palabras es solventada por la abundancia de las imágenes.

“Lo que ven y experimentan es vertido en el cauce natural de la expresión simbólica. La paleta del color se convierte en el lenguaje más universal y expresivo que aquel construido de términos y enunciados.

“Las formas y las texturas arropan la intención de su mirada, y se revela la disposición de expresarse a través de los recursos de la plástica. A través del lenguaje simbólico de los colores y las figuras emana la intencionalidad semántica que habita en su interior, y gracias a su producción plástica podemos acceder al universo simbólico de su conciencia que les permite resimbolizar el mundo”, comenta Cauduro.

Sólo 3% con acceso a la educación

El síndrome de Down es una condición considerada como la causa de discapacidad intelectual de origen genético más frecuente en el mundo; en México alrededor de 150 mil personas la presentan, y sólo 3% de ellas tiene acceso a la educación especial que requieren.

Para el doctor Julio Frenk Mora, el libro Escuela Mexicana de Arte Down ayudará a cuestionar las creencias discriminatorias profundamente enraizadas al mostrarnos quiénes son —mujeres, hombres y niños con derechos—, facultados y capaces de participar plenamente en todos los aspectos de la vida, incluidos el arte.

“Cada obra de arte de esta publicación constituye un poderoso testimonio de los derechos de las personas con síndrome de Down y su participación en la sociedad”, concluye Frenk.

Para Daniel Pérez, profesor de arte que trabaja a diario con los jóvenes de la fundación, los trazos e imágenes artísticas de sus alumnos les proporcionan un goce estético que les facilita entender lo que son y lo que quieren llegar a ser.

“Este trabajo de sensibilización artística no ha sido fruto del azar. En nuestro país y cultura existe una notable predisposición para la creación simbólica, y los jóvenes con síndrome de Down poseen de manera casi innata, la percepción de un mundo inundado de colores, texturas y sensualidad.

“Permite que expresen sus dones, su talento: el llamado interno de su vocación como artistas. Es importante decir que los jóvenes que participan de la Escuela de Arte Down también se capacitan diariamente en los servicios pedagógicos y sicológicos que facilita la fundación. Sus familiares también reciben el apoyo del departamento de Sicología y asisten al programa de Escuela para Padres.

La historia de un ganador

Víctor Lora es otro joven que ha estudiado en la Escuela de Arte Down y que ha obtenido numerosos reconocimientos por su obra. Uno de sus cuadros llamado “Mi Ciudad” tiene su propia historia. En una ocasión la delegación Coyoacán invitó a dicha escuela para que participaran en el concurso “Pinta tu mundo, imágenes donde vivo”, organizado por el Consejo Nacional de Población, el Fondo de Población de Naciones Unidas y el Consejo Estatal de Población del Distrito Federal.

En este concurso participarían alumnos de varias escuelas secundarias de la zona. Tras pensarlo un poco, la Escuela Mexicana de Arte Down envió la obra “Mi ciudad” de Víctor Lora, que ganó el primer lugar. Nadie supo que Víctor tenía síndrome de Down.

Los organizadores del mismo decidieron entonces enviarla al concurso de escuelas de la ciudad de México, y Víctor Lora volvería a ganar el primer lugar. Nadie supo que estudiaba en la Escuela de Arte Down.

Posteriormente, su obra concursó a nivel nacional y obtuvo una mención honorífica. A partir de esto participó en un concurso mundial que se llevó a cabo en Nueva York y volvió a ganar sin que el jurado supiera que el artista era un joven con síndrome de Down, con lo cual se aseguró que Víctor era vencedor una vez más, y ganaba por sus propios méritos artísticos.

Para la directora de la fundación, una parte importante del éxito que han tenido las obras radica en la eficiencia de los profesores que imparten las clases de arte, pues tanto Daniel Pérez como Alan Planeéis, son pintores graduados de la Escuela Nacional de Pintura, Escultura y Grabado “La Esmeralda” de la ciudad de México.

Para ambos trabajar con los jóvenes con síndrome de Down fue un reto, pues tenían dudas de su capacidad y de cómo iban a interactuar con ellos.

Con información del Universal

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