DIARIO DE EDUCACIÓN

Retos educativos para el nuevo gobierno

Por: Juan Carlos Yáñez Velazco

La expectativa sobre la gran transformación del país produce un efecto doble, por lo menos: entusiasmo ante la posibilidad de cambios sustanciales, de lo cual pueden derivarse adhesiones y actitudes positivas; pero, en esa medida, el reclamo por resultados instantáneos, y el educativo es territorio agreste para cambios inmediatos.

A riesgo de simplificar, la raíz de muchos de los problemas educativos se hunde en la historia, con sus tendencias, costumbres, prácticas y vicios. Las dificultades que estallan en la escuela suelen engendrarse o exacerbarse por el contexto sociocultural y económico. Además, los cambios requieren diagnósticos precisos y alternativas pedagógicas plausibles, bien comunicadas, mejor soportadas y acompañadas con sensibilidad.

Los diagnósticos del nuevo gobierno federal todavía no los conocemos, porque apenas se instala, aunque ya se han hecho públicas buena cantidad de ideas e iniciativas, unas más o menos sustentadas; otras, insolventes.

En los diagnósticos de la educación en México hay desafíos inapelables. Sylvia Schmelkes, consejera del Instituto Nacional para la Evaluación de la Educación (INEE), expuso una parte de ellos durante su participación en el panel “Los retos de la educación frente al nuevo acuerdo educativo”, realizado en el arranque de la Feria Internacional del Libro de Guadalajara. En su conjunto, podrían agruparse en torno al derecho a la educación: el primero o uno de los primeros grandes pilares para cualquier transformación estructural del sistema educativo.

El siglo transcurrido a partir de la fundación de la Secretaría de Educación Pública, en 1921, atestiguó progresos extraordinarios en el sistema educativo nacional, cuyo tamaño lo convierte en el tercero más grande de América, después de Estados Unidos y Brasil. De una población abrumadoramente analfabeta, transitamos a más de 35 millones de alumnos de preescolar a la universidad, aunque prevalecen enormes zonas oscuras.

Según las cifras del INEE, solo dos terceras partes de los niños con edades entre 3 y 5 años asisten a preescolar; prácticamente todos los que tienen edad para la primaria, pero en secundaria inicia el rezago, pues solo acuden el 93%. La traducción es desalentadora; lejos del preescolar se contabilizan 1,836,509 niños; de la primaria, 171,244; de secundaria, 837,908 adolescentes y más de 2,700,000 de la media superior. En suma, 5.5 millones de mexicanos no cursan alguno de los niveles obligatorios, el 17% de la población con edades entre 3 y 17 años.

Si este problema ya es crítico, no lo es menos el desgranamiento que experimenta el sistema al ascender la pirámide. Así, por ejemplo, el propio INEE calcula en más de 700,000 los estudiantes expulsados de los bachilleratos cada año, de una matrícula de cinco millones.

La incidencia de las variables socioeconómicas agudiza el problema. Los más afectados por el reparto desigual de oportunidades son los más desfavorecidos: quienes habitan en la franja de la extrema pobreza, mujeres e indígenas, discapacitados y en poblaciones de menos de 2,500 habitantes.

En el indicador más elemental que ninguna sociedad tendría que regatear, el país muestra saldos rojos: el analfabetismo entre los habitantes de 15 y más años es de 4.2% en el promedio nacional, pero de 23% en los hablantes de lengua indígena, de 17.8% entre indígenas y 6.9% en afrodescendientes, según datos del INEE.

En un juego de palabras que podría resultar simpático si no fuera brutal, concluiríamos: la educación más pobre la reciben los más pobres. La conclusión es igualmente aterradora: se enquista la transmisión intergeneracional de las desigualdades.

Estos son una parte de los problemas frente a los cuales las reformas y políticas han sido todavía insuficientes, entre otras razones, porque se imbrican las estructuras sociales y la escuela, de tal forma que cambiar el centro escolar requiere, al mismo tiempo, transformaciones sociales y políticas inéditas.

Ojalá con el nuevo gobierno tengamos diagnósticos rigurosos y alternativas precisas, rumbo claro y soportes adecuados. Ojalá.