Sentido homenaje a R. Zamarripa en Bellas Artes por 50 años de trayectoria

Honor a quien honor merece: Rafael Zamarripa, pilar de la danza en México, fue homenajeado –¡nada más! por 50 años de trayectoria– en el Palacio de Bellas Artes. Dos agrupaciones se reunieron para el tributo: el Ballet Folklórico de la Universidad de Colima y el Ballet Folklórico de la Universidad Veracruzana, quienes ofrecieron un duelo de faldeos y zapateados en un “Mano a mano”, en una función que tuvo lugar el pasado sábado. Con este espectáculo se inauguró el Ciclo Danza en el Palacio, correspondiente al mes de julio.

 

“El maestro ha marcado toda una línea en la renovación de la danza folklórica, aunque también hay que agradecerle que traiga a los escenarios la energía de nuestros jóvenes mexicanos”, comentó la representante de Teresa Vicencio Álvarez, directora del Instituto Nacional de Bellas Artes, INBA. Tras esas palabras, Rafael Zamarripa comenzó a recibir tal cantidad de reconocimientos que las manos le resultaron insuficientes para recibirlos.

R. Zamarripa mantuvo la modestia que lo caracteriza: él preferiría que los reconocimientos le llegaron por correo para “no meter la pata” en los discursos; pero–incluso con el puñado de emociones y ansiedades de por medio—sale a dar la cara (y los discursos) en los eventos públicos.

La reventa de boletos ya era un presagio del éxito del espectáculo: “A mí me parece extraordinario que dos compañías universitarias causen este revuelo”, compartió Rafael Zamarripa, quien en el homenaje estuvo acompañado por Juan Diego Gaytán Rodríguez, coordinador general de Extensión Universitaria, quien asistió en representación del rector de la UdeC, Miguel Ángel Aguayo López, así como por Ángel Ciro Silvestre, director del Ballet Folklórico de la UV, y por otros funcionarios universitarios y federales.

Las compañías que protagonizaron el “Mano a mano” se mueven en los terrenos de la danza folklórica, pero son absolutamente diferentes entre sí: los veracruzanos le apuestan a hacer –con sus estampas—una recreación fidedigna de la fiesta tradicional; los bailarines colimenses, en contraparte, representan espectáculos originales paridos –tras largos procesos de investigación y considerando la expresividad regional– por la imaginación de Rafael Zamarripa, artista que consiguió capturar, como bien lo demuestra este homenaje, la atención del Instituto Nacional de Bellas Artes (INBA).

Los veracruzanos –que trabajan desde enero de 2011 bajo la dirección de Ángel Ciro Silvestre García, pero que conservan la marca de su fundador Miguel Velez Arceo (qepd)– ofrecieron a los espectadores un recorrido por el norte, sur, este y oeste de su tierra: Feria de Corpus Christi en Papantla, Huasteca Veracruzana, Su Majestad el Danzón, Sones de Sotavento y El Zapateado fueron los cuadros que llevaron al escenario.

Su presentación fue limpia, precisa y fiel… atestaban los zapateados –de esos capaces de herir hasta a las piedras– en el momento preciso y ganaron, tras demostrar su virtuosismo, los aplausos por varias razones; una de ellas es que inyectan en sus presentaciones las dosis adecuadas de emoción, cadencia y pulcritud técnica.

Alberto de la Rosa hizo de las suyas en la parte musical: se lució –igual en el arpa, el violín y el requinto– con los arreglos y la ejecución de los sones y danzones…sorprendió que, en varias décimas, salieron a relucir felicitaciones cantadas al homenajeado de la noche, Rafael Zamarripa.

Tras el intermedio sonaron los primeros sonidos prehispánicos; la compañía colimense estaba ahí, con la estampa Perro de Fuego. Los hombres/danzantes comenzaron a embeber los conocimientos del líder: aritmética, poesía, artes marciales; todo lo necesario para defender a su pueblo. Sirvieron, como poderoso acompañamiento de este cuadro, las percusiones de Pedro Palacios.

Prosiguieron tres estampas más: Los Chinacos, Jaraberos de Noschistlán y Jalisco…los cuadros fueron un regalo sensitivo y visual para los asistentes: los bailarines formaban líneas, las deshacían, se acomodaban simétricamente en el escenario, luego danzaban en círculos, las mujeres hacían faldeados poderosos; ofrecieron, pues, un mosaico de formas y colores a los asistentes que colmaron las butacas del Palacio de Bellas Artes.

Y luego sucedió una de las cosas más emotivas de la noche; los integrantes de ambas agrupaciones se intercalaron: una veracruzana, enfundada en traje de huasteca, hizo pareja con un colimense enfundado en el traje de charro…las negras de ojos de papel volando comenzaron con el coqueteo: decían que sí a todos, pero sin decirles cuando; la unión de ambas compañías –que bailaban al ritmo de El Son de la Negra– fue un importante gesto de hermandad que los asistentes, alumbrados por la luces doradas del Palacio de Bellas Artes, agradecieron con un perpetuo batir de palmas.

Cuando terminaron el número, los pechos de los bailarines palpitaban consecutivamente: su corazón estaba desbocado de danza…y el de los espectadores –que para ese momento ya ofrecían una ovación de pie– también.

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