Por: SEAN OSMIN HAMUD RUIZ
Cuando en un momento determinado, el constructo social, que pasó de una vida nómada a una sedentaria, dónde cuestiones como la propiedad individual, la seguridad del grupo, el comercio y muchas más actividades, tuvieron que reglamentarse para conseguir una armónica convivencia, creamos el concepto de Estado.
Sin abundar en las muchas teorías que nos hablan de qué es el estado y cómo se conforma, fijemos la vista en la idea más general: Aceptamos que un ente por encima de lo particular buscara los equilibrios en lo general. Ideamos el bien común.
Y sustentados en esta idea, aceptamos que este cuerpo político tuviera potestad en cuestiones tan importantes como la justicia y la seguridad, la redistribución de la riqueza y la defensa de la soberanía de nuestro espacio.
A lo largo de la historia, se han desarrollado múltiples formas, dimensiones, alcances y fracasos de distintos modelos de Estado y la intención, por lo menos en teoría, siempre ha pretendido realizar los ajustes que en nuestra imperfección humana hemos generado.
La única forma que hasta la fecha hemos diseñado para darle un rostro visible a esta figura, es el gobierno. Y aquí también hemos atestiguado diferentes estilos, divergentes o complementarios, pero distintos al fin y al cabo.
La forma de elegir al gobierno también ha pasado por distintas modalidades, siendo pretendidamente la democracia la que mejor ha destinado a los gobiernos modernos.
Todo lo anterior, a los individuos, nos provee de una cierta certidumbre y confianza en que, a quienes de los nuestros se eligió para representarnos en el gobierno, rostro de nuestro Estado Mexicano, buscarán ese bienestar anhelado.
Claro que tal vez, en el exceso de confianza o en la excesiva transferencia de potestades, hemos tenido que atestiguar abusos de los administradores en el ejercicio de la principal herramienta con la que se les proveyó, el Poder.
Sin embargo hoy, por lo menos su servidor, no puedo terminar de digerir, aceptar, entender o explicar, que después de tantos años de aprendizaje, conflicto, crecimiento, pulimiento, redefiniciones, me tenga que conformar con que esta enorme responsabilidad y compromiso recaigan en “lo que diga su dedito”. No puedo.