Crónica sedentaria
Por: Avelino GÓMEZ
Vaya, por fin salimos de dudas. La negra nube de incertidumbre se disipó en la Comisión Federal de Electricidad y ya podemos prender, sin remordimiento alguno, las luces del arbolito de Navidad. Hubiera sido ignominioso pasar la segunda Nochebuena de la 4T iluminados por la luz que suministra una empresa cuyo director, Manuel Bartlett Díaz, fue señalado (en una investigación periodística) por conflicto de intereses y enriquecimiento ilícito.
La secretaria de la Función Pública, Irma Eréndira Sandoval, ya salió a desmentir, con su propia investigación en mano, a esos desalmados que dudan de la bonhomía del licenciado Bartlett. Por si fuera poco, nuestro camarada presidente Andrés Manuel no sólo lo exoneró, también resaltó el fuerte espíritu de anticorrupción que impregna la labor del funcionario al frente de la CFE. Eso es, señores, un auténtico milagro de Navidad.
Mientras mis foquitos navideños parpadean, recuerdo ese otro escándalo de corrupción que estalló en el sexenio pasado: la casa blanca de Peña Nieto y Angélica Rivera. Entre un escándalo y otro no hay comparación. Aquella vez el asunto lo escenificaba la mafia del poder. Y ahora no hay mafia del poder. No. No la hay. Porque, si la hubiera, las lucecitas navideñas no estuvieran parpadeando tan alegremente.
Por otro lado, también recuerdo un lejano 6 de julio de 1988, cuando se cayó el sistema en el conteo de la elección presidencial. Recuerdo ese día con mucho cariño y nostalgia, porque fue vergonzoso —tal como ahora—. Y porque fue la primera vez que vi, frente al televisor, a un Manuel Bartlett cariacontecido lanzando frases como: “hemos tenido dificultades en la recepción de la información… etc.”.
Por eso tengo la certeza, repito, que la resolución del reciente asunto del licenciado Bartlett fue un auténtico milagro de Navidad. De no ser así, ahora mismo alguien estaría anunciado la caída de la red del sistema eléctrico en todo el país.
Bendita 4T, te debo esta luz bajo la cual escribo.