EL ARCÓN DE HIPATIA
Por: Saraí AGUILAR ARRIOZOLA
En medio de la pandemia y la incertidumbre mundial, plagados de malas noticias, la cuarentena nos deja experiencias. La vida transcurre en el confinamiento y el escape de muchos es Netflix.
En ese escenario, llega Unorthodox o Poco ortodoxa, una miniserie de cuatro capítulos que está causando sensación, incluso por delante de la cuarta temporada de La Casa de Papel.
Esta serie nos hace recordar que es una falacia la idea de que el feminismo llegó a todas y que la igualdad y el acceso a los derechos en el mundo occidental son la regla.
La protagonista narra cómo es la vida de una mujer judía ortodoxa, sin acceso a la educación formal. Muestra detalles como el hecho de que una mujer no pueda cantar en público, la obligación de raparse y usar peluca después de casada, y otros aspectos que resultan inconcebibles en pleno siglo XXI en el corazón de Nueva York.
Lo crudo es que la serie se basa en una historia real. Fue inspirada por el libro autobiográfico de Deborah Feldman: Unorthodox: The Scandalous Rejection of my Hasidic Roots. Recoge sus memorias, que asombraron al mundo en 2012. Esta escritora estadounidense-alemana, de 33 años, narró en su libro cómo abandonó la comunidad judía de Williamsbourgh (Nueva York), en la que se había criado después de casarse en un matrimonio concertado a los 17 años y ser madre a los 19.
Pero, esta comunidad en Nueva York, ¿de dónde proviene?
Los judíos jasídicos son una comunidad ultraortodoxa que se trasladó a Nueva York desde Hungría tras la II Guerra Mundial y se instalaron en el sur del barrio de Williamsburg, en pleno Brooklyn.
La tasa alta natalidad de estas familias (de cinco a ochos hijos por familia) y las normas de la comunidad, donde el contacto con el exterior está casi prohibido, ha hecho que sigan creciendo y extendiéndose a otros barrios como el de Borough Park, aunque sigan siendo una minoría dentro de la comunidad judía, concretamente un 6% de los 5.3 millones que viven en EU (El Español, 05-04-2020).
Las mujeres son la piedra angular de la familia, pues tras los múltiples embarazos se ocupan de las labores domésticas, de atender a la familia e incluso algunas trabajan dentro de la comunidad. Carecen de formación académica, mientras los hombres se dedican estudiar los textos sagrados.
Para la periodista Merce Rivas, al tratar de explicar el mundo de la mujer judía ortodoxa se pasa “de la independencia y autonomía de las mujeres que ocupan altos puestos, tanto en Estados Unidos como en Israel, a la ausencia de vida propia, dirigida sólo a obedecer, trabajar y procrear en el micromundo de las ultraortodoxas de ambos países” (El País, 2014).
Parece imposible que en una ciudad como Nueva York pase esto. Y justo en este año, que se dijo que el 2020 sería el año de las mujeres, y que previo a esta cuarentena global las feministas y activistas llamaron a tomar las calles y marchar por causas pendientes. Pero nadie recordó a estas mujeres, enclavadas en el país de las libertades, esas a las que ellas no tienen acceso.
Al parecer en el feminismo nos falta mucho camino por recorrer, muchas mujeres por incluir y entender que no hay agendas únicas. Que es por todas, y eso incluye a las ortodoxas.