Por: Balvanero Balderrama García
Estamos de acuerdo en que nadie es perfecto. Y desde esa frase se puede navegar en el tranquilo mar de las justificaciones o en río impetuoso de la superación.
Nada hay más difícil que hacer algo por vez primera. Sin reglas, moldes o recetas, se complica el proceso.
El camino de la vida lleva a algunas personas a ser padres y madres de manera biológica, sin saber ni entender, muchas de las veces, lo que implica y significa. Se tiene la experiencia de hijo, hija, de haber tenido y/o tener un padre. Pero de ahí a saber los cómos hay una gran diferencia.
Como un dato estadístico de cuántas personas comparten la paternidad, para el 2015 se estimaba en México 20.5 millones de padres (INEGI. Encuesta Intercensal).
Hay muchas frases sobre el ser padre: desde escribir un libro, plantar un árbol y tener un hijo; padre no es el que engendra sino el que educa y acompaña; entre muchas más.
En las diferentes etapas de nuestras hijas e hijos y la propia, hay que reaprender: cuando nacen, en la infancia, adolescencia, juventud, madurez. En ese mismo trayecto, el padre transita de la juventud a la adultez, con sus propias dinámicas y exigencias, con las marcas de los triunfos y los fracasos, con las fuerzas menguadas.
Al final del día, ¿qué es lo importante? ¿Acompañar, guiar, hacer, proteger, cuidar, seguir, orientar, motivar, impulsar, amar? Todo y más; nunca en demasía, sino en la justa medida; que el carácter propio se forje, que asuman y vivan las equivocaciones y también los triunfos, que experimenten su propia vida y elijan sus propios caminos. Siempre en la confianza de que se estará ahí para escuchar, comprender y seguir aprendiendo de una relación que dura toda la vida, la propia y la de ellas y ellos.
Ser padre es maravilloso. Felicidades a quienes viven, sufren y gozan la paternidad, desde el amor que suple lo imperfecto que podamos ser.
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