TAREA PUBLICA
Por: Carlos OROZCO GALEANA
El 24 de mayo comenté, raíz de una de las conferencias del subsecretario Hugo López Gatell del 19 de ese mes, sobre el relajamiento de la movilidad en nuestra entidad que catalogué como desobediente y temerario. Las calles del centro de la ciudad y los centros comerciales, cité, lucían saturadas de personas que no creen en el mal, por lo cual estimé que no se descartarían más contagios del coronavirus a lo largo de los siguientes 14 días.
El tiempo me ha dado la razón. Persiste el desinterés de respetar las normas para impedir que la pandemia crezca más rápidamente y cobre más infecciones y vidas humanas. Se ignora que una actitud equivocada pone en riesgo a los desobedientes, a sus familiares cercanos y a los demás, como son el personal de salud. Para empeorar no faltan, en esa enajenación, quienes dicen que el virus no existe o que el peligro que este conlleva hasta causar la muerte son inventadas.
Escribí que el coronavirus, aparte de ser invisible, tiene un gran poder de multiplicación y de agresividad, y ahora se sabe por la OMS que puede contagiar en lugares cerrados o con poca ventilación por la suspensión en el aire de partículas que las personas expelen al toser o al hablar. Algunos científicos afirman que por estas características es muy difícil su desaparición del planeta en tiempo corto.
A nivel nacional, por fortuna, se canceló la instrucción que se había dado para que en “municipios de la esperanza”, con cero o nulo contagio prosiguieran actividades económicas. Positivo fue esto. Según Diario El País, el gobierno mexicano se precipitó al proceder a la vuelta a la normalidad, anunciada hace 30 días, justo en los días más críticos de la pandemia; por ello, se vio obligado a hacer algunos reajustes en el Diario Oficial de la Federación.
Por estos días, todo es confusión en nuestro país. Hay mucha gente incrédula que se está arriesgando al no asumir reglas de cuidado y que ignora las consecuencias funestas que su conducta le acarreará. Una desatención de tal categoría equivale, en estos momentos, a más infecciones y más decesos.
A nivel Colima seguimos muy preocupados. Fallan controles. Tememos cosas peores. Miles de sus habitantes, desesperados por el confinamiento de varias semanas impuesto tempranamente, han decidido retomar actividades desdeñando las convocatorias oficiales de quedarse en casa y guardar la sana distancia hasta que estas normativas sean suspendidas o modificadas por las autoridades. El gobernador sigue insistiendo en que los colimenses debemos extremar cuidado para no sucumbir ante un virus muy peligroso. Manzanillo, en lo particular, vive un caos verdadero y se supone que habrá más muertes y contagios las semanas siguientes.
Las autoridades estatales y municipales, que no se han cansado de llamar al auto cuidado, tienen que seguir insistiendo en aplicar las leyes que rigen las actividades económicas y sociales, aunque también tienen que ser más decididas en establecer un orden para que no haya circulando personas sin protección que son potenciales fuentes de contagio.
A la fecha, van casi mil personas infectadas y 109 decesos. Son estas cifras muy altas. Manzanillo tiene, a no dudarlo, la más alta tasa de letalidad en el mundo de acuerdo a su población, lo que significa que de cada cien infectados fallecen 11 o 12 personas.
Los médicos y enfermeras que están inmersos en la atención de los pacientes de covid y que están arriesgando sus vidas y la de los suyos, están clamando porque los colimenses hagan caso en el cuidado de su salud, ya que varios nosocomios están a tope, hay carencia de insumos básicos y las camas con ventilador tienen una ocupación del 70 por ciento al decir del doctor (cardiólogo ) Ulises Ramírez, quien ha insistido los últimos días en que la negligencia ciudadana está originando situaciones de alto riesgo en el personal sanitario.
La prueba de que estamos hechos bola con la pandemia es que ya de plano dejó de funcionar a nivel nacional la estrategia de los semáforos, y se ha dejado la responsabilidad en los gobernadores. Se entiende de alguna manera que el gobierno central no asume cabalmente la responsabilidad por aplicar políticas no convincentes o al menos sí discutibles. De hecho, las últimas semanas HLG se ha empeñado en culpar de la crisis a todo mundo, exceptuando por supuesto a la administración a la que sirve.
Tenemos pandemia para rato. Lo que aplica hoy es un espíritu de cooperación y solidaridad ante una enfermedad mortal que ya ha cobrado casi 37 mil muertes en el país. Y también una política de salud y de vigilancia más incisiva, que se le diga a las personas cómo pueden cooperar yendo más allá del clásico “quédate en casa” o de plano, restringir su circulación cuando esta implique un alto peligro de contagio.