Por Edgar Cazares
*Cada día que pasa se intensifica más la fiebre electoral puesto que no hay jornada en que no me entere de un nuevo aspirante o suspirante a las diferentes posiciones políticas del 2021.
Muchos de estos en lugar de pensar en hacer alguna aportación ante la difícil situación que atraviesa el país y la sociedad en general, especialmente por la pandemia de COVID-19, prefieren invertir su dinero en espectaculares, para que sus rostros figuren a la vista de miles, o bien en fotografías posicionadas, es decir, aquellas en ciertos puntos fijos o móviles para que igual la gente no olvide su imagen al momento de la definición de las candidaturas o bien al momento de las elecciones mismas.
Muchos de éstos también recurren, inversión de por medio claro, a las encuestas que ya sabemos cómo funcionaron y para qué sirvieron en el 2018.
Muy pocos han sido los aspirantes que han decidido que sean sus acciones quienes los definan o que su trabajo hable por ellos mismos. Y menos son aquellos que han decidido hacer algún aporte para apoyar a las autoridades o a la población misma en esta terrible crisis de salud que se vive –por el ya citado coronavirus-.
Es decir, supuestamente han llegado aires renovados pero los esquemas, formas y mañas de los políticos del cambio son prácticamente las mismas que conducen a las mayorías a preguntarse –se siente en el ambiente- ¿ahora por quién nos decidimos?
Porque fueron muy altas las expectativas fincadas en torno a quienes prometían el verdadero cambio y escasos, por no decir nulos, los resultados.
No dudo que haya quienes aprieten el acelerador y recurran a medidas que agraden a la población en acciones desesperadas, de último momento, pero está claro que lo harán más por condición que por convicción. Si las elecciones fueran hoy muy pocos de esos suspirantes pasarían la prueba.
Sabemos que el pueblo es inteligente, sí, pero también muy noble. No obstante una cosa es cierta: al momento no hay un personaje, de esos de los que lo niegan pero su interés es indiscutible por contender, que pueda definirse como ampliamente favorito.
Por ello es muy importante, y no vivir otro trienio desilusionante como el presente, que los votantes recurran más a la razón que al corazón. De lo contrario la esperanza se irá diluyendo nuevamente como sucedió en el 2006, 2012 y 2018.
Y lo grave, desde mi punto de vista no es la pérdida de la confianza de la gente hacia su clase política, sino la serie de retrocesos que se vienen hilando precisamente desde el 2018 con los representantes de la 4T en Colima, especialmente de sus caras visibles.
*Mientras tanto en Manzanillo la alcaldesa Griselda Martínez se pelea un día sí y otro también contra quien se le ponga enfrente.
Es de reconocerse que la presidenta municipal que arribó gracias a ese tsunami electoral que significó AMLO en el 2018 ha hecho, como muchos políticos, cosas buenas y otras no tanto.
Sin embargo el colmo aparece cuando alguien se atreve a contrariar a la mandataria porteña quien es poco dada a escuchar críticas.
Ahí es donde aparece la cantaleta ya tradicional de los amloístas: crítica o disensos = fifí, conservadores, defensores del neoliberalismo, sí ese discurso que no solo divide sino que alimenta al clasismo que tanto daño le hace al país. Es deseable que la alcaldesa en turno modifique su actitud pero ya quedó muy claro, genio y figura…
APUNTES DESDE LA COSTA
Hoy debemos recordar que ya han transcurrido 25 largos años, un cuarto de siglo ni más ni menos, del temblor del 9 de octubre, un episodio de infaustos recuerdos para los manzanillenses.
Si bien el terremoto se percibió en gran parte de la región la destrucción y el caos se centró en Manzanillo, Colima, así como en el vecino municipio de Cihuatlán, Jalisco.
Muchos fueron los episodios de luto que en esta ciudad se escribieron, y quedaron para la posteridad como una herida muy dolorosa, durante aquella mañana de lunes.
Quienes fuimos parte de la generación X –en plena adolescencia por aquellos entonces- hacia atrás atestiguamos como parte del viejo Manzanillo desapareció en cuestión de segundos. Porque se perdieron vidas, vimos colapsar o arruinarse algunas construcciones emblemáticas o incluso estratégicas –como el hospital IMSS o el propio puerto interior- pero sin duda se marcó un antes y un después tras aquella fatídica jornada.
Al municipio le llevó muchos años recuperarse de aquel golpe. Sin embargo hubo cosas positivas que resultaron tras la tragedia: hubo muchos esfuerzos por modernizar la arquitectura local, especialmente en aquellas estructuras que debieron reconstruirse, los reglamentos de construcción –cuando menos en el papel- se hicieron más estrictos, y se buscó ensanchar la ciudad más allá de la zona centro.
Los porteños debemos estar preparados puesto que los sismos son cosa de todos los días. Aunque un movimiento telúrico como aquel del 95 son difíciles de olvidar por el nivel de daños provocados. Gracias por el favor de su atención.
Sus comentarios a edgar.cazares.afmedios@gmail.com