El 94 por ciento de quienes cursan la carrera de Trabajo Social son mujeres

“Por la finalidad de la investigación se olvida poner en primer plano al educando, olvidamos que tiene problemas, sentimientos, necesidades y carencias, pero también tiene sus recursos y competencias”, señaló la académica María Teresa Quinto Rosas al rendir una conferencia dentro de los festejos del 25 aniversario de la Revista Culturas Contemporáneas que edita la Universidad de Colima.

Su trabajo, titulado El perfil educativo, social, económico y cultural del estudiante de la Licenciatura en Trabajo Social de la Universidad de Colima fue expuesto en el Museo Regional de Historia, ante un público en su mayoría integrado por jóvenes y estudiantes, donde la investigadora señaló que actualmente quienes estudian o laboran en la Universidad de Colima tienen el privilegio de estar en una institución con características tecnológicas y de infraestructura de primer mundo.

“Por esas circunstancias, es hora de voltear a ver al joven alumno y como parte de esta visión es que nace la necesidad de contar con el perfil del estudiante de trabajo social en la práctica del modelo de Aprendizaje Basado en Problemas”, añadió.

La conferencista explicó que la implementación del ABP demandaba contar con la mayor información de los estudiantes, más allá de la meramente administrativa y escolar, por lo que este proyecto fue respaldado por los directivos de la Facultad de Trabajo Social, y añadió que “este sistema tiene ejercicios como la interrelación de distintos conocimientos, desde los formales, obtenidos a lo largo de su trayectoria académica, hasta los informales, es decir aquellos que el alumno adquiere en su casa, con los amigos, en los distintos escenarios donde se mueve”.

Sobre su proyecto de investigación, la estudiosa asentó que desde el principio contó con el apoyo del entonces coordinador académico y ahora director de la Facultad de Trabajo Social, Arturo Moctezuma Solórzano, para realizar una serie de encuestas entre los estudiantes y obtener el perfil a través de su nivel educativo, social, económico, emocional, ético y cultural, entre otros datos.

En este sentido, María teresa Quinto agregó que el perfil del estudiante de trabajo social puede considerarse como una investigación de carácter exploratorio, cuantitativo, realizado a través de un cuestionario de 61 preguntas en cuatro generaciones de estudiantes: 2005-2009, 2006-2010, 2007-2011 y 2008-2012. Entre la información requerida a los estudiantes, dijo además, se encuentra información general como edad, sexo, si trabaja o no, dónde cursó el bachillerato, el promedio, datos escolares, familiares, económicos y culturales.

“Este sondeo nos abre un panorama respetable, obtuvimos información de mil 784 personas; de ellas 296 fueron estudiantes y el resto, es decir mil 488, familiares”, precisó.

Al dar algunas cifras producto del estudio, la doctora en ciencias sociales por la Universidad Autónoma Metropolitana-Xochimilco puntualizó que el perfil del estudiante de trabajo social de la Universidad de Colima está constituido principalmente por mujeres, en un 94 por ciento, que en el momento de la encuesta se encontraban entre los 18 y veinte años; el 22 por ciento trabajaba y lo hacía al menos desde un año atrás; “una característica muy especial, especialmente en las estudiantes de Tecomán, Armería y Manzanillo es que había quienes trabajaban diez horas sábado y domingo de meseras en terrazas y lo hacían porque necesitaban el dinero para estudiar”.

Un dato importante citado por la investigadora es que el 16 por ciento de las estudiantes provienen de familias desintegradas, la mayoría en las que falta el padre es por abandono de hogar y en el caso de la ausencia materna era por defunción; “esto se relaciona con la estabilidad emocional, porque para una chica que trae problemas emocionales porque su padre los abandonó le es más difícil realizar sus estudios”.

En el aspecto de la ocupación y escolaridad de los padres, expuso que en el 64 por ciento de los casos de las madres de familia son amas de casa y la escolaridad de los padres no rebasa la educación básica, es decir el nivel de secundaria y aunque sí había hijas de profesionistas, el porcentaje no era significativo.

A lo anterior, adicionó que un 43 por ciento no tenían como primera opción estudiar trabajo social, sino otras carreras como psicología, pedagogía, educación especial y, en este contexto afirmó que es un dato en el que los docentes tienen que estar atentos por sus implicaciones.

Sobre la cultura lectora, finalizó, “no hay la cultura de comprar libros, la mayoría no tiene más de diez libros que no sean escolares y esto también significa que no existe el hábito de la lectura”.

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