Crónica sedentaria
Por: Avelino GÓMEZ
Las últimas semanas fueron potros desbocados en esta ciudad que crece junto al mar. Días de no saber en dónde iniciaba el día y dónde terminaba el oleaje de la noche. Horas de treinta minutos, momentos que duraban un destello.
Quizá fue la campaña y sus absurdos. Quizá no. Quizás fue el debate que no fue ningún debate. ¿Quién lo sabe? Pero ahora, de pronto, hay una pausa. El reloj otra vez camina a su propio paso. Y Ella y Él, al fin tienen tiempo para pensar en algo más allá de su entendimiento. Se han sentando a la mesa, una mesa circular de cristal y piedra que por mucho tiempo no fue mesa, sino una plancha laboral de sacrificios.
—¿Qué harás después de esto? —pregunta Él, desconcertado.
—No sé, tengo que arreglar algunas cosas —dice Ella, pensativa.
Y esas dos frases, tras haber sido pronunciadas, se quedan revoloteando en el ambiente; en el espacio aéreo que hay entre los muebles y el techo. Y poco a poco esas palabras forman una parvada imaginaria que quiere escapar a la terraza: ¿Qué harás después?Tengo que arreglar cosas. ¿Después de todo esto? Arreglar cosas. ¿Qué haremos después de todo esto? Cosas. No sé. De todo esto. ¿Después?
¿Y entonces? Nada. Algo en el mundo se detiene. Y Ella y Él siguen ahí, a mitad del silencio, mirando algo que sólo ellos pueden ver. Afuera, la noche anuncia con chirridos de insectos el arribo del próximo verano (caluroso, insoportable). Pensemos que cuando el verano llegue algo bueno tendrá que pasar para Ella y para Él. Para todos. Porque el verano, con ese calor que confunde los sentidos, hace posible que pasen cosas que en otro momento jamás pasarían: la gente viaja, cambia de empleo, contrae matrimonio, se muda de casa, escapa de todo o encuentra otra jaula.
Algo tiene el verano: lo mueve todo. Por ejemplo, ahora mismo, en una ciudad cercana, una mujer se asoma a la ventana y cuenta los días que faltan para que llegue el verano, así como si contara estrellas. Algo bueno vendrá entonces para ella. Lo sabe. Y en su momento habrá de celebrarlo con todo su cuerpo entregado a otro cuerpo. También ahora mismo hay un hombre que va a casa en su auto, y fuma mientras maneja por el bulevar sin imaginar que, más tarde, soñará con jaguares que corren por una pradera majestuosa. Y ese sueño habrá de significarle algo. Pero no lo sabrá hasta que caiga la primer tormenta del verano. Algo bueno pasará, porque sólo ese tipo de sueños anteceden un suceso.
Así que, ¿qué haremos después de todo esto? No sabemos. Acaso tendremos que arreglar cosas que durante estas últimas semanas se descompusieron. ¿Qué haremos? Dejemos mejor que llegue el verano. Que la vida empiece de nuevo, así como empieza la mañana después de una noche con tormenta.