Crónica sedentaria
Por: Avelino Gómez
Resulta paradójico, irónico y sarcástico que, teniendo como titular en la administración a alguien con credenciales de economista, el gobierno estatal se declaré insolvente ante el pago de la nómina. Y resulta también paradójico, irónico y sarcástico que los mismos sectores que antes defendían y resaltaban la imagen del gobernador Ignacio Peralta, sean los mismos que ahora lo embisten y sobajan. Vivir para ver.
Veo el mensaje del gobernante estatal en el que explica y dibuja el hoyo financiero de su gobierno. Y el hombre es convincente en su discurso, pero ineficaz y lúgubre. La pandemia, sí. Las deudas recibidas, sí. La ley que obliga a las administraciones saliente a no heredar deudas a las entrantes. Sí. El mismo actor político que antes prometía felicidad como lema de campaña, ahora se limita a dar explicaciones, a lamentarse y a tratar de convencer —con su mermada credibilidad— que trabaja para resolver la situación. Vivir para creer.
Veo también las declaraciones de los líderes de la burocracia, sermoneando; y veo también a esa burocracia saliendo a la calle, dolida y asustada por no tener la seguridad de su quincena. No hay peor temor para un trabajador que no recibir su paga. Y el temor, ya se sabe, es hermanastro del odio. No son extrañas las ofensas, las frases hirientes, que los burócratas estatales le propinan a quien antes apoyaron y celebraron. Vivir para olvidar.
Durante una manifestación reciente, un trabajador escribió en el medallón de su auto la frase “Nacho indolente”. Y es un calificativo muy ligero, pero hace recordar que la indolencia fue lo que marcó el gobierno de Peralta. Indolencia ante la inseguridad, las desapariciones, los feminicidios, las ejecuciones, la impunidad. Una protesta por la falta de un pago salarial no se compara con una protesta por la falta de justicia para las víctima de crímenes violentos. Sin embargo, en Colima, comparten la misma consigna. Vivir para protestar.
En tanto, se anuncia la presencia del presidente Andrés Manuel. El fin de semana. Es casi seguro que el gobernante federal, con su previsible estrategia política y su discurso demagógico resuelva la falta de dinero en las arcas de gobierno. Bastará que diga una frase. Y mágicamente habrá recursos para pagar la nómina. El sistema presidencial sigue siendo efectivo. El presidente es ese hombre que ofrecerá una solución preexistente, y se echará a la bolsa de sus simpatías a la indignada burocracia. Vivir, pues, para ser gobernados.