Recuerdos para saciar mi sed
Por: Ivonne BARAJAS
Este es un listado de cosas que me encantan: los árboles con su capacidad de dar flor, fruto, oxígeno y sombra; la lluvia, el café, los perros; también me emocionan los pericos volando en bandadas dejando una fugaz fosforescencia verde que uno no sabe si sucedió o la imaginó, las hojas de los colomos desdoblándose un poco cada día. La espuma del mar.
El primer trago de café cada mañana. Las luciérnagas que iluminan mi jardín como series de luces navideñas. La mano de mi esposo que aparece como salvavidas a mitad de la noche para sujetar la mía, ese despertar breve que te recuerda que eres amado y acompañado. Los libros. Las películas raras. Los sueños…pero no esos sueños de en cinco años deseo viajar a Tailandia o comprar un auto o tener un hijo; no esos, los otros: los sueños que se forman cuando te metes a la cama y duermes; a veces vuelvo de allí con la sensación de que vi algo o tomé algo o presencié algo que me sirve para aplicar aquí/ahora (un presentimiento o una solución); siento que cuando dormimos nos convertimos en pescadores que, en una sencilla barca, se adentran al mar y lanzan su red. A veces pescamos algo y recordamos; y ese es el regalo, el alimento.
No puede faltar en esta lista el vino tinto, el mezcal, la cerveza y la música. Los paseos y los paisajes. Uf, las caminatas: sentir que mis piernas tienen la capacidad de llevarme de un punto a otro…a mi costado pueden pasar autos a 80 ó 100 kilómetros por hora pero sentir mi cuerpo moverse, sincronizarse y poco a poco ir adentrando en pensamientos que no sabía que me atravesaban una vez que he conquistado un ritmo al andar, es tremendo. Agregaría la voz de mi madre y su risa. El consejo de mis amigas y también su risa. La mirada de las vacas.
Poder hacer sencillamente lo que uno desea: salir de paseo si se tienen ganas de salir de paseo o quedarse en casa si se tienen ganas de quedarse en casa. Silencio y quietud; el poder que encierran y la paz que dan. El sonido que hacen Chencha, Chiquis y Niña cuando exploran sus trastos de croquetas. La literatura de ciencia ficción. La verdad. La comida rica con sus sabores o sus recuerdos inesperados. Ser amable así nomás: ofrecer ayuda, facilitar la existencia de otro. Sonreír. Pensar. Atreverse a descubrir o construir las ideas propias.
El cuerpo humano: nuestros órganos, nuestra piel, nuestro esqueleto, wow, qué maravilla. Observar: sólo eso. Los micros y los macros. Lo invisible. El caos. El transporte público. El peso y el olor de un recién nacido. Lo que encierra el cielo: estrellas, nubes, arcoiris. El beso de buenos días. El Volcán de Fuego; su presencia grande como la de un papá que presencia a sus hijos. Las llamadas que llegan desde España. Voy a tener esta lista cerca para usar en momentos donde la vida parezca triste o desdichada, porque sí, claro y por supuesto, puede serlo; pero sobretodo —sobretodo— es otra cosa.