EL ARCÓN DE HIPATIA
Por. Saraí AGUILAR ARRIOZOLA
“Pues es que las muchachitas también ahora son bien lanzadas… ya son ellas las peligrosas”, “¿Y los papás de Sasha dónde estaban?”, “A ella bien que le gustaba que la hizo famosa Luis de Llano”.
¿Cuántas veces no se escucha esta conversación en la vida cotidiana al justificar a agresores? Suele ocurrir en las sociedades machistas y patriarcales cuando sale a flote una historia de abuso de un adulto con una menor de edad. Porque parecemos olvidar que las historias de amor de adultos con infancias y adolescencias no existen. Que son argucias que generan los abusadores para validar sus violencias y la sociedad, en pacto patriarcal, se las compra.
Sasha Sokol rompió el silencio el 8 de marzo de 2022 cuando dijo públicamente que Luis de Llano “la metió a la cama, en lugar de cuidarla”. Ella difundió por medio de sus redes sociales que la relación amorosa que hubo entre ellos fue desigual, ya que él tenía 39 años y ella contaba solo con 14. Esto posterior a una entrevista en la que Luis de Llano habló de su “relación” con Sasha.
Tras esta declaración, se desató una tormenta mediática que concluyó la semana pasada con la ratificación de que Luis de Llano perdía la apelación y se confirmara la sentencia por daño moral contra Sokol, quien lo había denunciado por la vía civil buscando una reparación por el abuso sufrido.
Pero en una sociedad machista, no solo las mujeres sino las niñas también tienen la culpa. La víctima es investida de una personalidad seductora, de Lolita, y el abusador es el seducido.
Sasha explica claramente el grooming: “estar con él me hacia sentir una niña especial, vista; porque el personaje al que todos a mi alrededor admiraban, aplaudían y respetaban, en lugar de irse con una mujer despampanante me había mirado a mí”.
Las niñas no son nunca responsables de las agresiones. Ni responsables de las conductas violentas de sus agresores. Eso es liberarles de responsabilidad.
Como sociedad hemos fallado en proteger a las infancias. En ocasiones, las hipersexualizamos, las exponemos a situaciones donde carecen de las herramientas sociales y emocionales para reaccionar. En otras palabras, normalizamos relaciones donde las diferencias de edades demuestran claros abusos de poder o manipulación. Y lo peor, en muchas ocasiones se justifica y encubre a abusadores.
Aun hoy en día muchos cuestionaron la decisión de Sasha de hablar después de décadas. “¿Por qué hasta ahora?”, como si existiera el manual de la víctima perfecta. Ella defendió el valor de su declaración. “Cada vez que habla de mí, es una forma de abuso. Si esto se limitara a lo que sucedió hace tres décadas, ¿crees que hablaría con el dolor con el que hablo hoy? La relación de abuso no termina cuando deja de haber contacto sexual”, afirmaba.
Algo debemos aprender. Los abusadores no necesitan quien los defienda. Son las infancias. A quienes se les debe dar voz es a aquellas que han sido violentadas, quebrantadas. Hoy que tan de moda está dar espacios y micrófonos a violadores a manera de activismos restaurativos, cualquier cosa que eso signifique, nosotras estamos por ellas, por las sobrevivientes. #NuncaMas.
Columna publicada con la autorización de Saraí AGUILAR