HABLEMOS DE LA MUERTE CON LOS NIÑOS.
Por: Hugo Alejandro Rojas López / Psic. En TCC
– “Mes de noviembre, mes de tradición y remembranza de quienes han partido, y a pesar de que su presencia física ya no se vislumbra, su esencia perdurara en nuestros corazones”… –
La muerte, tema profundo, variado y de muchas enseñanzas y aprendizajes para algunas y algunos, tabú para otras y otros (si, aún en estos tiempos en los que la ciencia y tecnología avanzan como si no hubiera descanso). En gran medida habrá variaciones dependiendo desde la perspectiva que se vea, o mejor dicho desde la historia de aprendizaje con que lo vea la persona, quizá para algunas personas sea bastante fácil hablar del tema como si de una conversación cualquiera se tratase, sin embargo para otras puede resultar más difícil, ya que es posible que se vean implicadas.
Sentirnos preocupados por cómo hablar de este tema con los infantes es natural, ya que muchas personas adultas podemos presentar dificultades para procesarlo aun en la edad adulta, sin embargo es algo que se puede aprender a manejar de una forma más natural, ya que forma parte de nuestras vidas desde el momento en que nacemos. Charlar con nuestras y nuestro peques podremos lograr comprender que entienden, saben y que se les dificulta entender del tema. Esto, a la vez, puede ayudarnos a ayudarles a enfrentar y entender mejor los miedos y preocupaciones relacionados con esto, para así reconfortarles, explicarles y darles consuelo.
Las explicaciones que les digamos a nuestro peques dependerá de nuestras creencias (espirituales, de vida, etc.), sentimientos y emociones experimentadas en relación a la muerte, contexto sociocultural, así como la relación que se tenga con la persona que ha fallecido, en caso de haberla. A su vez, la forma en cómo entiendan las y los niños lo que se les explique también se verá afectado en su comprensión por la edad que tengan al momento de hablar el tema, sus experiencias y como es que perciben el mundo que les rodea.
Aquí suele surgir una incógnita de relevancia y que a muchas y muchos cuidadores les pudo o puede pasar por sus cabezas: “¿A qué edad es la indicada para charlar del tema con mis hijas/hijos?” o incluso puede que dicha interrogante hacia este tema venga de alguien que no esperábamos… Así es, nuestras hijas o hijos. Preguntas como: “¿Papá/Mamá, vas a morir? ¿Morirás cuando seas viejo/a? ¿Por qué a veces muere gente joven? ¿Qué pasa después de que morimos? ¿Nos quedamos dormidos? ¿Ya no despertamos?” entre otras, pueden al inicio ser confusas y generar dudas en los adultos de cómo responderlas o si tendrá algún efecto negativo en hablar sobre el tema con niños pequeños, sin embargo diversos autores recomiendan que ante situaciones como estas responder con veracidad, calma y apertura a aclarar las dudas de los pequeños, puede aportar diversos beneficios, los cuales mencionaré mas adelante.
Con respecto a qué edad es la más apropiada que tenga el infante para hablar sobre el tema, cualquier edad es indicada o mejor dicho, a cualquier edad puede surgir la interrogante, ya sea a los 3, 4, 5, 6, 7, 8, 9, 10 años de edad o incluso en la adolescencia. Un aspecto importante a considerar es que en cada edad habrá una comprensión y asimilación diferente sobre el concepto de muerte, por ejemplo: a los 2-4 años de edad puede que no tengan desarrollado por completo el concepto de muerte, pero sí podrían notar la ausencia de un familiar o ser querido de la familia y más si desarrollaron una relación y apego con esta persona. A la edad de 5-10 años (de acuerdo con diferentes autores) comienza a asimilarse de forma progresiva el concepto de muerte como algo definitivo e irreversible, y consideran que es algo que le ocurre a todo ser vivo y por ende también a ellos mismos. Rescato aquí que las etapas descritas pueden tener variaciones dependiendo no solo del desarrollo de la niña o el niño, sino también de como se aborda el tema desde un comienzo, desde la primera vez que surge y expresa su duda e interés respecto al tema, así como la forma en cómo los cuidadores abordamos el tema con ellos, ya sea desde una perspectiva sencilla, natural, abierta, sin tabú o por el contrario como un tema difícil de tratar o abordándolo desde el miedo.
Ahora, respondiendo a la duda de “¿Cómo hablar sobre la muerte con mis hijas/os?”, he aquí una serie de puntos a resaltar que pueden ayudar ante este tipo de situaciones:
¿Qué evitar decir/hacer?
- Eufemismos sobre el difunto, como “esta durmiendo”, “se ha ido lejos” o que la familia “lo ha perdido”. Esto debido a que las niñas y niños pequeños piensan y perciben el mundo de forma muy literal, y frases como estas pueden, sin querer, inducir miedo de irse a dormir o que algún ser querido se vaya a vivir lejos ya sea de forma permanente o temporal.
- Minimizar declaraciones como “solo era tu bisabuela (mascota, vecino, etc.)”. Ante toda perdida y de cualquier tipo los seres humanos experimentamos diversas emociones y sensaciones que afectan nuestro estado de ánimo, tanto adultos y niños por igual, de forma que minimizar las declaraciones puede generar sensación de invalidez ante lo que siente la niña o el niño y comience a incluir en su sistema de creencias que lo que él o ella siente no tiene valía ni importancia.
- Predecir un plazo para completar el proceso de duelo, como “ha pasado un mes, deberías superar esto” o “el dolor desaparecerá pronto”. Recordemos que ninguna persona es igual y todos procesamos y manejamos la información de manera diferente, así como nuestra expresividad emocional también lo es, por lo tanto predecir o marcar un plazo para concluir el proceso de duelo podría entenderse como si todo evento que nos desregule emocionalmente deba de tener un periodo de tiempo para experimentarlo, y si ese periodo se sobre pasa, quien experimenta tristeza por la pérdida está mal o defectuoso/a.
- Identificación en exceso. Es importante recordar que el dolor es personal y cada persona lo experimenta de forma diferente. Es cierto que todas y todos podemos pasar por experiencias similares, sin embargo la forma de percibirlas tendrá variantes en cada individuo. Frases como “Sé lo que sientes, yo también pase por lo mismo”, no permiten la apertura de quien la dice a empatizar y tratar de comprender la vivencia de la otra persona. No todas las perdidas generan tristeza y dolor. En ocasiones emociones y sentimientos como el enojo, ira, frustración, confusión, etc., pueden también presentarse.
- No hablar de la persona que falleció o tratar de olvidarla. El proceso de duelo no es sinónimo de olvidar al ser querido. Algunas personas pueden presentar la creencia de que al momento de fallecer alguien se le tiene que olvidar, algo así como borrón y cuenta nueva, sin embargo mantener en nuestras memorias y honrar en nuestras vidas el legado de enseñanzas de que falleció es parte importante de la aceptación y reconocimiento de la muerte. Además, aporte personal ¿A quién le gustaría que le olvidaran después de morir?
- Ocultar el dolor, no es inadecuado llorar delante del niño. De hecho, puede ser un momento ideal para explicar que las personas, incluso los adultos, lloran con el fin de expresar su tristeza. Ideas y frases dirigidas a niños pequeños como “los hombres no lloran”, “debes de ser fuerte”, “a tu abuela (o la persona que haya fallecido) no le gustaría verte llorar”, pueden tener un impacto en la recesión de expresión emocional, llevando a que los peques se nieguen a expresar lo que sienten o les sea difícil hacerlo porque algunos miembros de la familia no lo hacen.
Entonces…. ¿Qué podemos hacer?
- Explicar lo que sucederá tras el fallecimiento. Dar a conocer a los peques que es lo que pasa al momento de morir con el cuerpo humano. Es importante aquí tener en cuenta la edad que tenga el niño o la niña, ya que será de buscar la forma más adecuada y sencilla de explicarles usando un lenguaje concreto. Por ejemplo, si el peque tiene 5-6 años de edad se puede hacer uso de frases que entiendan con mayor facilidad´. Planteo un ejemplo: si el ser querido estaba enfermo o era mayor de edad, explicarles que el cuerpo de la persona ya no funcionaba y que los medico no pudieron arreglarlo. Si fue debido a un accidenté, puede explicárseles lo que ha ocurrido de la siguiente manera: fue a causa de un accidente, el cuerpo de la persona ya no funciona. Explicar que “muerte” o “morir” significa que el cuerpo ya no funciona.
- Permitir la asistencia al acto conmemorativo, en caso de que así lo deseen, o incluso ver a la persona que ha fallecido/muerto. Esto puede ayudar a familiarizarse con el proceso de comprensión de lo que ocurre, que es la muerte, ya que en ocasiones, y no refiero que en todas, el no ver el cuerpo de la persona que falleció puede dar pie a que el infante genere ideas relacionadas a que esa persona volverá, que solamente se ha ido por un tiempo.
- Mantener las rutinas con la mayor normalidad posible. Esto ayuda a que las y los niños comprendan de forma gradual que la muerte forma parte del ciclo de la vida. Que a pesar de que esa persona querida ya no se encuentra viva, la vida continua. Claro no dejemos de lado la importancia de tomar momentos para recordarles y mostrar nuestras emociones como adultos a los niños y que eso no tiene nada de malo.
- Formular preguntas para determinar la comprensión sobre el evento y su estado emocional. Es importante crea una atmosfera de confianza y apertura, que transmita a los peques el mensaje de que no hay una manera correcta ni equivocada de sentirse.
- Validar el llanto, reacciones y sentimientos, incluido aquellos por los que pueden sentirse mal, como el alivio de que la persona haya fallecido. Conocer más a fondo como vive y percibe el niño la pérdida será importante para cerciorarse del impacto que tiene en su estado de ánimo.
Por último, y no esta demás el mencionarlo, darnos la oportunidad de mostrar apertura personal a mostrar y expresar nuestras emociones displacenteras puede beneficiar a que como cuidadores nos tornemos en ejemplos adecuados para las y los niños, enseñándoles que expresar lo que sentimos no tiene nada de malo, ya que también será de beneficio para ellas y ellos, logrando así, de forma gradual, que identifiquen sus emociones y poco a poco logren compartirlas con mayor facilidad a las personas en quienes confían.