«La única manera de corregir el fenómeno del cambio climático es dejar de consumir combustibles fósiles», aseguró ayer al medio día el destacado académico mexicano y comisionado de la Comisión Reguladora de Energía, Francisco Barnés de Castro, durante su conferencia «Cambio climático y energías renovables», en el marco del primer Simposium Regional de Ingeniería organizado por la Facultad de Ingeniería Mecánica y Eléctrica de la Universidad de Colima.
En su exposición, quien fuera también rector de la Universidad Nacional Autónoma de México puntualizó que en la Comisión Reguladora de Energía ha sido de particular atención el tema de las energías renovables, así como “la búsqueda de mecanismos que permitan romper las barreras que tenemos en el país para el desarrollo de estas tecnologías. Las energías renovables ahora, con el cambio climático, son instrumentos de los cuales no podemos darnos el lujo de prescindir. No son suficientes para resolver el problema, pero son indispensables para hacer frente a la tarea que tenemos por delante».
Dijo que antes de que existieran investigaciones serias sobre los efectos de la actividad humana en el planeta, se pensaba que la tierra tenía suficientes mecanismos de corrección para cualquier afectación que le hiciéramos. Sin embargo, añadió, “paulatinamente fuimos descubriendo los problemas de contaminación a través del desarrollo de las industrias, con el daño a nuestros suelos y los mantos acuíferos; pensábamos también, dijo, que mares y atmósferas eran infinitos en su capacidad de asimilar el efecto de la mano del hombre, pero no”.
Barnés de Castro recordó, como un paso importante en la prohibición de sustancias nocivas para el medio ambiente, cuando el mexicano y premio Nobel de Química, Mario Molina Henríquez empezó a investigar lo que pasaba con el uso de clorofluorocarbonos (empleados en la producción de aerosoles o refrigeradores por ejemplo) y que éstos se empezaban a acumular en la atmósfera.
Descubrió que los clorofluorocarbonos entraban a la estratosfera y allí los fotones de alta intensidad de la luz ultravioleta favorecían su descomposición, liberando átomos de cloro que rompen las moléculas de la capa de ozono. «Después de este descubrimiento se lanzó una campaña para convencer de que esto era muy dañino para el planeta y en unos cuantos años se consiguió que el congreso americano prohibiera, en primer lugar, el uso de esta sustancia para los aerosoles».
Francisco Barnes puntualizó que así se consiguió modificar la manera de pensar de los actores de la política internacional, para que a finales de los años 80 del siglo pasado se pudiera negociar el Protocolo de Montreal, primer acuerdo exitoso a nivel mundial para combatir este problema de contaminación y del que nuestro país fue uno de los primeros en ratificarlo. «Este acuerdo prohíbe la producción de las moléculas que causan el deterioro de la capa de ozono, que protege a la vida del planeta del impacto de la radiación ultravioleta».
Sin embargo, el ponente señaló que a pesar del éxito que significó este pacto a nivel mundial, en la actualidad el problema se encuentra en una dimensión mucho más amplia y compleja para la economía mundial y para la sociedad, que está acostumbrada a los niveles de confort que ahora tenemos basados en la quema de combustibles fósiles y que son los que están generando el fenómeno de invernadero en la tierra.
El efecto invernadero, abundó, «no es un cuento científico sin trascendencia sino una de las grandes amenazas para la vida del propio hombre en el planeta, ya que la cantidad de dióxido de carbono ha aumentado en el planeta acentuando el efecto invernadero, y en los últimos cincuenta años la temperatura de la tierra se ha elevado casi medio grado».
Dijo también que como consecuencias del efecto invernadero se estima que entre 1900 y el año 2100 la temperatura media del planeta se podrá incrementar entre 0.6 y 0.4 grados centígrados. Actualmente ya padecemos las consecuencias de este fenómeno, entre las que destacan el incremento en el número de registros de temperatura extrema, el deshielo de los polos, la desaparición de glaciares, el incremento en la potencia de los huracanes, las inundaciones, la sequía y el incremento del número de incendios.
Finalmente habló de la importancia en un cambio de mentalidad en los seres humanos, que no se limite exclusivamente a prohibir el uso de aerosoles, que aunque significó un gran esfuerzo y un avance importante en esta materia, no es suficiente, «es necesario cambiar los hábitos cotidianos del hombre en el planeta, y por supuesto el funcionamiento de la economía moderna y eso implica transformaciones radicalmente diferentes, pero si no las empezamos a hacer ahora, veremos consecuencias bastante más graves de las que estamos viendo ahora y a nuestros hijos les vamos a dejar un planeta que no se lo deseamos a nadie».{jathumbnail off}