CDMX.- México ocupa el primer lugar mundial por el número y diversidad de pinos y encinos; en contraste, cuenta con programas de reforestación, pero sin enfoque económico sustentable; no hay datos de qué siembra y qué sobrevive, asegura el investigador y exdirector del Instituto de Ecología, de la UNAM, Daniel Piñero Dalmau.

Opina que a ese inconveniente se suma el grave problema del comercio de madera, pues en algunas regiones, incluso alrededor de la Ciudad de México, ha caído en manos de taladores ilegales. Ayudar a conservar la riqueza de nuestros bosques “nos conviene a todos; es por nuestra propia sobrevivencia”.

Este es un recurso que puede ayudar a vivir a las comunidades, recalca el experto; el conocimiento que tenemos de ellos es tan grande, que se pueden elaborar programas estatales, regionales y nacionales para aprovecharlos.

Es importante que nuestro país retome una política forestal, sobre todo tomando en cuenta a las comunidades, detalla con motivo del Día Internacional de los Bosques, que se celebra el 21 de marzo, con el tema “Bosques e innovación: nuevas soluciones para un mundo mejor».

Cabe precisar que, de acuerdo con la Organización de las Naciones Unidas, la lucha contra la deforestación requiere nuevos avances tecnológicos. “Con 10 millones de hectáreas que se pierden anualmente debido a la desaparición de bosques y aproximadamente 70 millones de hectáreas arrasadas por los incendios, estas innovaciones tecnológicas son imprescindibles para los sistemas de alerta temprana y la producción sostenible de materias primas”.

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La rayos del sol se cuelan entre los árboles de un bosque en Alemania.

El organismo internacional establece que es necesario el empoderamiento de los pueblos indígenas, quienes son los guardianes de la mayor parte de los bosques aún intactos en el mundo, mediante la cartografía de las tierras y el acceso a una financiación climática, lo que contribuirá a preservar su función crucial en la conservación de la biodiversidad y la fijación de carbono.

La restauración de los ecosistemas, incluidos los esfuerzos de reforestación, puede también contribuir significativamente a mitigar el cambio climático y mejorar la seguridad alimentaria al tiempo que se promueven los productos madereros sostenibles.

Estos ecosistemas terrestres, añade el organismo, albergan 80 por ciento de las especies de anfibios conocidas; contienen más de 50 por ciento de la reserva mundial de carbono en los suelos y la vegetación; las cuencas hidrográficas forestales y los humedales proporcionan 75 por ciento del agua dulce accesible del planeta. Pero más de 30 por ciento de las nuevas enfermedades desde 1960 se atribuyen al cambio en el uso de la tierra, incluida la deforestación.

Diversidad

El investigador del Departamento de Ecología Evolutiva explica que, en general, hay dos tipos de bosques: templados y tropicales. Los primeros son los “típicos”, de una o pocas especies, por ejemplo, abetos o pinos; pero también los hay de centenares de especies, llamados selvas.

México, país megadiverso, tiene bosques tropicales, templados, secos, o húmedos, presentes en las sierras de Chiapas, Madre Oriental y Madre Occidental, así como en la Faja Volcánica Transmexicana, o en el sureste, en estados como Campeche y Quintana Roo, puntualiza.

De acuerdo con el Sistema Nacional de Información Forestal, nuestro país cuenta con 138.7 millones de hectáreas con cobertura de vegetación forestal; es decir, aproximadamente del 70.6 por ciento del territorio nacional está cubierto por bosques templados y selvas, pero también se consideran aquí los manglares y ecosistemas áridos y semiáridos.

En tanto, según datos de la Comisión Nacional Forestal, en el periodo 2001-2021 se han dejado de poseer, en promedio, 208 mil 850 hectáreas por año a causa de la deforestación, o sea, “la pérdida permanente de la vegetación forestal por causas inducidas o naturales”.

Las principales razones de esa disminución son su cambio a pastizales, en 74.43 por ciento; a tierras agrícolas, en 21.41 por ciento; a asentamientos humanos, en 2.41 por ciento; a otros usos, en 1.68 por ciento; y a humedales, en 0.07 por ciento.

La política forestal, considera el doctor en genética, debería estar dirigida a aprovechar de manera sustentable esos bosques, “pero en México hemos sido muy desafortunados para hacer esto”.

Esos sitos, recalca Piñero Dalmau, prestan servicios ambientales, como ser fuentes de agua y de madera, además de que, en muchas ocasiones, funcionan como zonas turísticas. Ellos constituyen un recurso renovable que se debe utilizar, pero de manera sustentable.

En la región central del país, correspondiente a la Faja Volcánica Transmexicana, la cantidad de población es grande. Sin embargo, no deberíamos tener problemas de agua, porque los bosques podrían generar reservas suficientes “para todos los que habitamos desde Colima hasta Veracruz”.

No obstante, no se les concibe como prestadores de ese y otros servicios a las comunidades y, por lo tanto, tampoco se invierte en ellos ni para que los habitantes nos demos cuenta de la importancia que tienen. Ante esos ecosistemas “hay que tener una posición mixta, de conservación y, al mismo tiempo, de uso racional”, estima.

Innovación

En el laboratorio, Daniel Piñero y sus colaboradores utilizan tecnologías genéticas de avanzada para estudiar a los bosques y establecer cuáles son las regiones más importantes para conservar.

“Se obtienen datos del genoma completo de las especies y esa información se usa, por ejemplo, para averiguar qué tipo de árboles son tolerantes al ozono de la Ciudad de México para utilizarlos en la reforestación. El conocimiento ha avanzado mucho”.

El experto señala que se deben conservar los lugares que tienen mayor diversidad de especies, para que los procesos evolutivos sigan ocurriendo en las poblaciones.

De acuerdo con sus investigaciones, “muchos de los pinos que hemos estudiado en la Sierra Madre Oriental y Occidental son especies que se han generado en los últimos cinco o 10 millones de años; esa es la perspectiva histórica que tenemos”. Su tasa de reemplazo podría tomar, por lo menos, otros cinco millones de años.

También sabemos, apunta, que las especies endémicas de los picos de las montañas de Colima a Veracruz no están conectadas: aunque a la gente le parezca igual cierta especie del bosque del Iztaccíhuatl o del Ajusco, en realidad los procesos de especiación son específicos de cada lugar, por lo tanto hay que conservar ambos. Si no se preservan los “parches” de vegetación en diferentes zonas, se impide la diferenciación, la divergencia de las poblaciones locales.

En México tenemos tantos ecosistemas que requerimos que la conservación sea en todos los estados, municipios y ciudades, acota Piñero Dalmau.

En 2012 la Asamblea General de las Naciones Unidas proclamó el 21 de marzo como el Día Internacional de los Bosques. Mediante esta celebración se rinde homenaje a la importancia de todos los tipos que hay y se intenta generar conciencia al respecto.