Bajo el sol
Por: Carlos AGUIRRE CEBALLOS
Según la Real Academia Española, la mentira es una “…expresión o manifestación contraria a lo que se sabe, se piensa o se siente.”.
Es un recurso muy usado para justificar cuando algo no ha salido como se quería, o había ofrecido que saliera. Es muy fácil hablar faltando a la verdad, muchas veces sin conocimiento de esta, pero asegurando lo que se dice, como si tuviéramos a certeza
En nuestro país, la mentira es cosa de todos los días, pareciera ser una especie de deporte nacional, en el que todos participamos, esperando quién dice la mentira más grande, es decir, esperando ver quién es el más mentiroso.
La mentira a pesar de ser algo muy grave, en México, su uso y abuso, parecieran no tener importancia. Visto de este modo, como consecuencia, la verdad carecería de sentido. De modo que, decir la verdad o decir mentiras, parece no tener diferencia alguna. Se puede decir la verdad, o mentir y pareciera que no hay gran consecuencia.
Podemos entonces, pararnos en cualquier escenario y decir lo que nos plazca, sin que existan consecuencias más allá de la hilaridad o burla que pudiera ocasionar decirla. Aunque hay casos en que la mentira es festejada, como cuando quien la dice, provoca una sorpresa tal en quien la escucha, que lo deja sin saber que decir. Así, se festeja la “aparente ocurrencia” de quien la usa para descalificar al oponente. Muchas veces lo que se dice, pasa inadvertido, no así como se dice.
Esto es algo que debe tener más importancia de la que le damos. El dicho de una persona, su testimonio, puede ser en un sentido, apegado a la verdad, o contrario a ella, según el interés de quien lo dice y su pretensión. En un debate, por ejemplo, lo que se dice debe estar basado en hechos, en supuestos, en experiencias, en conclusiones de razonamientos lógicos, que buscan convencer al oponente o al público y así, la verdad es parte fundamental de ello. Al menos así debería ser.
Sin embargo, en los últimos años, la mentira se ha popularizado tanto que es aceptada por muchos, dado que hasta el presidente de la república hace de ella un muy importante recurso frente a los medios de comunicación y cuando es descubierto, su respuesta ya es incluso, esperada, es que él tiene otros datos, según lo dice, sin la menor manifestación de pena, incluso dibujando una casi imperceptible sonrisa en su rostro.
La mentira y la falta a la verdad, fueron parte importante en los discursos y propuestas en la campaña electoral pasada y no hubo, ni hay autoridad que lo vigilara, ni norma que lo regule. De hecho, no podemos mencionar algún proceso electoral en el que haya estado ausente ese binomio de mentir y faltar a la verdad.
Parece que lo único que importa es caer bien a la gente y derrotar al oponente. Después al ganar la elección y llegar a ser autoridad, o legislador, si las cosas se tornan difíciles en el logro de lo prometido, siempre quedará el recurso de seguir mintiendo. La población ya sabe y parece que entiende, que si en una campaña se puede decir lo que sea, después, si se gana, con mayor razón se puede mentir y no se puede hacer nada.
¿Que nos espera bajo el mando y guía de una autoridad que miente a diario? ¿Seguir de brazos cruzados riendo la astucia a quien evade los cuestionamientos? ¿Si la autoridad miente, entonces los ciudadanos podemos hacerlo con la misma impunidad, o solo es un recurso gubernamental?
Al mentir, se muestra una gran falta de respeto a quienes se le miente. ¿Qué pasaría si dejáramos de mentir? ¿Cómo sería un México sin mentiras? ¿Por qué no pensamos en un México en el quese hable con la verdad y dejamos atrás el de “mentiritas”?
Seguro estaríamos mejor, si actuamos del lado de la verdad.
Nos vemos pronto, bajo el sol.