El espíritu olímpico
Por: Carlos Aguirre
Dos semanas después del 26 de julio, llegaron a su fin los Juegos Olímpicos de Paris 2024, esta última edición que reunió 10,714 deportistas, de 206 países, en 32 disciplinas deportivas.
Los primeros juegos olímpicos de la “era moderna” se celebraron en Atenas, Grecia, en 1896 con una convocatoria de tan solo 241 competidores. Casi 130 años después de los primeros juegos, la diferencia entre el número de participantes es enorme; la población mundial a finales del siglo 19, era de 2000 millones de personas, hoy somos un poco más de 8000 millones. Así, en proporción a la población, el aumento en el número de competidores es enorme.
Las primeras olimpiadas de que tengo memoria fueron las de 1968, México fue el anfitrión. Aunque yo tenía solo 5 años, recuerdo muy bien el Estadio Olímpico México 68 de Ciudad Universitaria, repleto, la señal de televisión en blanco y negro mostraba el gesto duro de Gustavo Díaz Ordaz, Presidente de México, quien tuvo que hacer maroma y teatro para a como diera lugar, inaugurar la edición XIX de los Juegos Olímpicos, tratando de controlar un país que, diez días antes, el 2 de octubre, sufrió una terrible jornada que marcó la vida social y política de México, al ser reprimidos por el ejército, a punta de balas y cañonazos, miles de estudiantes,
En medio de eso, con la herida social aún abierta y sangrando, llegó el día de la inauguración y México se convirtió, otra vez en menos de dos semanas, en el centro de atención mundial. Los ojos de todos estaban puestos en la señal de televisión que mostraba un estadio repleto, en el que el sonido ambiental, daba cuenta de los latidos del corazón de Enriqueta Basilio, quien fue la afortunada primera mujer en encender un pebetero olímpico. Tun, tun, tun, se escuchaba su corazón y se sumaba el latido con el de cada uno de los latidos de millones de televidentes que, desde casa, estábamos esperando que la llama olímpica ardiera en el pebetero, a lo alto del estadio. Cuando finalmente se colocó la antorcha en el pebetero y este se llenó del fuego olímpico, el estadio fue el centro de una gran ovación mundial y así iniciaban los JJOO de México 68.
Y es que el encendido de la llama olímpica en el pebetero, es el acto más simbólico de la inauguración, incluso mucho más que la declaratoria que hace el primer mandatario del país sede. La flama eterna que arde desde hace muchísimos años en Atenas, Grecia, descansa durante la jornada olímpica en la ciudad sede y desde ese lugar es testigo vigilante de todo lo que acontece durante los juegos. Es la flama olímpica, el símbolo de la unión y la fraternidad humana. En torno a ella, parecen olvidarse las diferencias culturales y las rivalidades de diversos tipos.
El viernes 26 de julio de este 2024, los ojos de millones, estaban expectantes del recorrido de la flama olímpica, principalmente en el último tramo de su recorrido. Ya habían pasado las delegaciones todas y los diferentes espectáculos, incluida la controvertida representación, luego negada de la “Última cena” y otras intervenciones artísticas, como la enorme de Céline Dion, quién dejó el reposo por cuestiones de salud personal, para estar presente en el evento.
Atrás había quedado el temor por algún atentado a lo largo del Río Sena, que convirtió a París en la ciudad más vigilada del mundo por unos días. Todos vimos como el muy querido y reconocido Zinedine Zidane le entrega la antorcha a un más querido y más reconocido Rafael Nadal, el español que gracias al torneo de tenis de Roland Garros ama a París y dicen, que quiere a Francia como su segunda patria. En los últimos metros, ante la imponente presencia de la Torre Eiffel, la antorcha cambia de manos muy frecuentemente, todos querían portarla, tener el honor de hacerlo. Y así, los últimos 18 portadores, formando un grupo de deportistas olímpicos y paralímpicos, se acercan al pebetero y ante él, ahí en el Jardín de las Tullerías, junto al Louvre, la Plaza de la Concordia y el Arco del Triunfo, entregan finalmente la antorcha a Teddy Riner y Marie-José Pérec, quienes encienden el enorme aro que pendía de un gran globo que mantendría encendida la llama olímpica, mostrándole al mundo que los juegos habían iniciado.
En los JJOO se está, si bien es cierto, con el uniforme bien puesto y con el nacionalismo en alto, cada uno representando a su propio país y tratando de demostrar quien es el mejor, unidos por un espíritu que pretende reconocer las diferencias, potenciando el infinito valor de las coincidencias, desde luego. Ya lo dijo el presidente del Comité Olímpico Internacional, COI, Thomas Bach, “La solidaridad impulsa nuestra misión de hacer del mundo un lugar mejor a través del deporte. Solo podemos ir más rápido, sólo podemos aspirar a más alto, sólo podemos volvernos más fuertes, si nos mantenemos unidos, en solidaridad”.
Ahora, clausurados los juegos de Paris 2024, todo vuelve a la normalidad, ojalá fuera posible mantener dentro de cada uno, un poco, aunque sea un poco del espíritu olímpico.