EN MI HUMILDE OPINIÓN…
Por: Noé GUERRA PIMENTEL
Quizá por mis propias aficiones, he sido testigo del proceso de desarrollo de las políticas culturales desde 1979 en el Estado de Colima, año aquel en el que para bien de Colima fue gobernadora una de las mujeres más inteligentes y cultas del país, la maestra Griselda Álvarez Ponce de León (1979-1985).
A su gestión gubernamental es a la que debemos los primeros espacios culturales contemporáneos, para muestra el complejo arquitectónico de la Casa de la Cultura, sin que fuera el único que, de por sí, no es poca cosa con su edificio central, edificio de talleres, museo de arqueología y, por supuesto, la biblioteca central, espacios modernos y funcionales en los que muchos encontramos el conocimiento, la práctica y la apreciación de las bellas artes.
Luego, con Elías Zamora Verduzco (1985-1991), la gestión cultural si bien no creció tampoco disminuyó y la infraestructura se mantuvo operando, igual que su cartelera como dirección general. Memorables las grandes presencias artísticas y de grupos teatrales de talla nacional e internacional y las resonancias del Cervantino que hasta acá llegaban. Más adelante, con Carlos de la Madrid Virgen (1991-1997), la gestión cultural se perfiló con mayor importancia al crearse el Instituto Colimense de Cultura que, encabezado por Luis Ignacio Villagarcía, no solamente logró conservar la infraestructura, sino que las muestras artísticas de Colima alcanzaron otros niveles con exponentes de calidad y los espacios crecieron su oferta sin descuidar a la comunidad artística.
Con el exrector Fernando Moreno Peña en la gubernatura (1997-2003), la cultura fue una política de Estado con un vasto programa editorial, artístico y de creación de espacios alternativos, con lo que, además de dar continuidad a lo realizado, se fortaleció y amplió la oferta artística con la elevación de la dependencia a secretaría, despacho en el que continuó el mismo titular, quien, no obstante, su prolongado ejercicio y presumible desgaste en el cargo, entregó cuentas aceptables. Con Gustavo Vázquez Montes (2004-2005) e incorporando a una preparada dama a esta cartera, Ana Cecilia García Luna, se dio paso a la remodelación integral del Complejo de la Casa de la Cultura manteniendo dignos los espacios y la oferta cultural institucionalizada.
Al arribar Silverio Cavazos Ceballos a la titularidad del poder ejecutivo (2005-2009), tuvo uno de sus aciertos al designar en este despacho a uno de sus contemporáneos más cultos y preparados en el quehacer público, Rubén Pérez Anguiano, quien no solamente supo leer las necesidades artísticas y culturales de los colimenses, sino que, con tacto, sensibilidad, visión y diligencia interpretó el sentir de los grupos culturales y de creadores artísticos de Colima, enriqueciendo la oferta y aún más, innovando y acercándola, atrayendo y creando nuevos públicos consumidores de arte, a la par de mantener y estrechar los vínculos y la indispensable relación de colaboración y mutua cooperación con los diversos sectores de la sociedad civil.
Sin duda, la de Pérez Anguiano, la mejor época cultural de Colima hasta la fecha, desempeño que sin duda le valió, para prolongar su actuación iniciada con Cavazos en el 2005 y continuada con Mario Anguiano Moreno (2009-2015). Área, la de cultura, a la que los señalamientos y cuestionamientos contra los dos gobiernos en los que sirvió no llegaron a Pérez Anguiano, en mucho gracias al trabajo y sus resultados, mismo que le permitió cubrir la titularidad de la SEDESCOL con Ramón Pérez Díaz y que hoy, al margen de la administración pública, le permiten llevar una vida sosegada como docente y persona de prestigio.
Lamentablemente José Ignacio Peralta Sánchez (2015-2021) poca importancia le dio a la cultura, no se vio avance; no obstante, los dos altos académicos universitarios que fungieron como titulares, Carlos Ramírez Vuelvas y Oriana Gaytán Gómez, en mi opinión ambos fueron desaprovechados, se les mantuvo prácticamente inoperantes, aunque la infraestructura no fue visiblemente desatendida. De lo actual, ni hablar, los hechos hablan y las evidencias ahí están. La historia nos juzga.