En palabras Llanes
Por: Alberto Llanes
La semana pasada, por andar de crítico político y por dizque hacer un frente con otros columnistas que, a final de cuentas nos dejaron plantados a mi amigo Noé Guerra y a mí para hablar de un mismo tema, por eso, y no por otra cosa, no pude hablar de mi experiencia viendo: Un mexicano en la luna, pero acá lo abordo.
Haré caso de lo que dijo Vicko Barajas y no daré detalles de la obra, no porque no sea crítico o no tenga los elementos y/o argumentos suficientes para hablar de ella, no, me quedaré callado simplemente para que cada uno/a haga y tenga su propia experiencia cinematográfica al momento de ir a ver la cinta que, a decir del mismo Vicko, estará en las salas de cine para el 2025, no sé si para inicios, para mediados o para finales, pero espero que sea pronto para que todos/as vivan la idea de tener a un mexicano en la luna.
Hay dos cosas demasiado criticables en torno a la película de Francis Levy, basada en el libro de Manuel Sánchez de la Madrid; la primera fue lo imposible «casi» o la manera tan complicada para poder conseguir un boleto para ver la película. Sí, fueron regalados «otra cuestión que podemos criticar porque seguimos acostumbrando a la sociedad colimense a no pagar por un espectáculo que, por otro lado, cuesta mucho trabajo, esfuerzo y dinero consolidar», sin embargo, estar al pendientes de la radio, de las diferentes dinámicas que hacía o proponía cada una de las emisoras para poder ganar un boleto, hicieron que, en definitiva, no pudiera tener acceso por esa razón; el trabajo, el trajín de todos los días, casi no me permite oír la radio, quizá cuando voy en el coche, manejando, sin posibilidad de mandar un mensaje, de oír la dinámica y, participar, para colmo, la estación que generalmente escucho «esa de la lokura con k», simplemente no participó… o no me enteré.
La otra cosa criticable es el lugar donde se llevó a cabo esta, vamos a llamarle premiere en Colima, de la cinta: Un mexicano en la luna. Van a decir mis detractores/as: «Ay, Llanes, nada te gusta, con nada te damos gusto» y bueno, no, no es así. Esta cosa criticable incluso la puedo entender y me explico a continuación. El teatro «las obras de teatro quiero decir» hay que verlas en el teatro, los conciertos, ya sea de banda, rock, pop, música clásica lo que sea, hay que verlos en los foros adecuados para ello «sé que en Colima nos hace falta un auditorio ad hoc para ello, por eso este punto lo puedo entender»; con el cine resulta lo mismo, el cine es para ir a verlo al cine; pero repito y no quiero que se me juzgue «aunque se me va a juzgar de todas maneras», este punto criticable lo puedo entender. No había otro lugar «o quizá sí pero no» donde proyectar la cinta más que en el espectacular teatro Hidalgo, que sí, sigue siendo a pesar del tiempo, es-pec-ta-cu-lar.
Desgraciadamente en Colima todavía no hemos aprendido a ser público; en primer lugar hacía mucho calor, me tocó un palco y la silla estaba un tanto incómoda, la película empezó… pero no empezó, porque hubo una falla técnica que retrasó su arranque, la gente platicando como si estuviéramos en el mercado Constitución, sonó tres veces un celular, de hecho, Vicko Barajas hizo hincapié en ello la primera vez que sonó, bueno, pues timbró dos veces más en tanto las acciones se sucedían en la pantalla, quería unas palomitas o agua «porque en verdad hacía mucho calor», pero pues no es cine, es el teatro y ni modo, hasta que la película terminara podría saciar la sed y la silla siguió todo el tiempo rígida, incómoda, dura… no pude con ella.
De ahí en más y contando que ese mero día de la presentación, casi casi por azar conseguí un par de boletos, lo demás fue hermoso; no he leído el libro… pero con esta película me dieron muchas ganas de hacerlo «voy a tratar de conseguirlo, aunque sé que puede ser complicado porque es de un colimense y de una edición de hace algunos años, sin embargo, seguro estoy que por ahí debe existir un ejemplar para mí o alguna copia, o un PDF, lo que sea que me permita leer la historia original».
Viendo la película descubrí «que ya lo sabía pero me dio mucho gusto verlos en la pantalla grande» a muchos y grandes amigos y maestros actores y actrices de nuestro terruño: la maestra Cuquita, por ejemplo, que me dio clases de actuación en el Cedart Juan Rulfo y fueron las clases, junto con las del profesor Gustavo González, que más disfruta en esa etapa «quizá debí dedicarme mucho más a la actuación…», aunque ambos profesores fueran a buscarme al árbol huevón para ir a tomar las clases; vi al maestro Carlos Díez que, por otro lado, compartí varios momentos con él como trabajadores universitarios; me gustó mucho la actuación de Clotilde Campos a quien conocí hace ya muchos años y sé de su pasión por el arte escénico, teatral, como sé también del gusto por la actuación de mi querida amiga Vianney Torres a quien he seguido, con quien he actuado y he compartido muchos… muchos… muchos… momentos, sé que esta actuación fue un sueño y los sueños, se cumplen; vi también a mi querida amiga y compañera de Cedart Nury Sandoval otra apasionada del teatro, de la escena, de la locura de vivir la actuación a tope; Iván Quiroz, otro egresado del Cedart con quien he compartido también grandes momentos; Huitznáhuatl Valdivia y, bueno, la lista es grande…
Un mexicano en la luna es una historia blanca, es palomera sí, pero tiene su profundidad, el guion es hermoso, lleno de Comala «que también me dio gusto ver en la pantalla grande junto con sus antojitos, los sopitos, el pozole y el agua de horchata», está llena de Colima, de Jalisco de pura gente buena onda con una pasión… un sueño… que se ha vuelto realidad… ¿Te imaginas la de idea de que un mexicano llegue a la luna, de que un mexicano, en realidad, sea aquél señorón que, por primera vez, pisó la faz lunar?
Ahí se las dejo.