Dislates Por: Salvador SILVA PADILLA
Son muchos los riesgos que debe afrontar el optimista. Ya señalé algunos en mi colaboración anterior, pero es mucho más grave de lo que había considerado originalmente.
La paradoja de Stockdale lo demuestra de manera contundente: esta paradoja se debe al apellido de su autor: James Bond Stockdale (juro que según Wikipedia así se llamaba).
Este James Bond era un piloto de la fuerza aérea norteamericana y participó en la guerra de Vietnam. Su avión fue derribado en 1965 y fue capturado por el Vietcong. Estuvo alrededor de 8 años como prisionero, hasta que salió cerca del fin de la guerra.
Cuando se le preguntó cómo había hecho para sobrevivir en esas condiciones, afirmó convencido: “Nunca perdí la fe en el final de la historia. Nunca dudé, no sólo de que saldría, sino también de que prevalecería al final y convertiría la experiencia en el acontecimiento definitorio de mi vida, que, en retrospectiva, no cambiaría”.
Cuando se le preguntó: “¿Quién no lo logró?” Stockdale respondió: “Los optimistas… ellos fueron los que dijeron, ‘Vamos a estar fuera para Navidad’. Y llegaba la Navidad y la Navidad se iba… y nada».
Sin desmoralizarse demasiado decían: «Estaremos fuera para la Pascua»… Y llegaba la Pascua, y la Pascua se iba» .
«Y luego pensaban que saldrían para el Día de Acción de Gracias… y luego en la siguiente Navidad. Así, ellos fallecieron» y, lo peor, según señala Stockdale: «Murieron con el corazón roto». Además, -ésta es una sospecha mía-, terminaron profundamente desilusionados de la condición humana al enterarse que los del Vietcong no conmemoraban las mismas fiestas de guardar que los norteamericanos.
Cuando la realidad termina por romper el último velo de ilusión al optimista, éste se queda no inerme, sino, peor aún, crucificado. Más o menos como el protagonista de «La Vida de Brian». Quizá entonces no nos quede más que cantarle al optimista: «Siempre mira el lado brillante de la vida» y sumarnos de esta manera al coro de crucificados mientras silbamos la tonadita de la canción.
PAREN PRENSAS (I)
Debo a un buen amigo de quien no diré su nombre (Essaú López), un primer acercamiento -podríamos decir teórico- del estoicismo; porque el conocimiento fáctico lo ejerzo cotidianamente con amigos como Juan Carlos Estrada et al. Así, me acabo de encontrar con esta joya del estoicismo -cuyo autor es Epicteto- y que intentaré practicar hasta el último día de mi vida: «Si voy a morir, moriré cuando llegue el momento. Como me parece que aún no es la hora, comeré porque tengo hambre». Sandy, Tardanza y Cuchufleta podrían, incluso, afirmar que soy un estoico innato, pues llevo practicando esta premisa estoica toda la vida.
PAREN PRENSAS (II) De mi columna anterior, unos amigos me han preguntado sobre el nombre de «El Peli» y si sé qué ha sido de su vida. Solo recuerdo el alias de «El Peli», no su nombre. Ocurre que en la escuela y en los barrios los alias permanecen mucho más que los nombres. Son como una segunda piel que se te pega y termina suplantándote.(*) Sobre qué ha sido de él, otro amigo, incluso, ha aventurado que probablemente dirija una exitosa empresa de autoayuda. Creo que para bien y para mal, se lo merece.
(*) Si el lector pregunta entre mis compañeros de primaria y secundaria si conocen a Salvador Gerardo José Silva Padilla, casi nadie sabrá quién es… si preguntan por Chiva, (mote que obtuve desde primer año de primaria cuando el Niñito Dios me trajo un uniforme del Guadalajara. Este alias lo conservé durante toda mi primaria, secundaria y preparatoria) muchos podrían, entonces sí, recordarme.