El complejo problema de la rehabilitación de adicciones
Por: César Augusto García Avitia
En la era digital, la viralización de ciertos fenómenos sociales ha llevado a la luz aspectos complejos de problemáticas que requieren un enfoque más profundo y matizado.
Uno de estos fenómenos es el trabajo de la llamada “Patrulla Espiritual”, un grupo de voluntarios que, en su intento por ayudar a personas en situación de calle con problemas de adicción, los aborda en la vía pública y, en ocasiones, los lleva involuntariamente a un centro de rehabilitación. Este enfoque ha generado controversia y debate, especialmente por su representación en redes sociales, donde se documentan estos encuentros y se utilizan términos como «tazo dorado» para referirse a estas personas, enfatizando su valor intrínseco.
El término «tazo dorado» se ha vuelto viral en plataformas como TikTok y YouTube, utilizado por los miembros de la Patrulla Espiritual para alentar a los individuos a aceptar ayuda. Este enfoque, aunque puede parecer motivador a primera vista, plantea serias preguntas sobre el consentimiento y la dignidad de las personas involucradas. La idea de ver a cada individuo como «valioso» es una forma de tratar de recuperar su humanidad, pero es importante considerar el contexto en el que se les ofrece ayuda.
Según la Ley General de Salud de México, el internamiento involuntario de personas con adicciones está regulado y debe seguir procedimientos específicos. El Artículo 75 establece que el internamiento debe ser voluntario, ajustarse a principios éticos y de respeto a los derechos humanos, y realizarse solo cuando aporte mayores beneficios terapéuticos que otras intervenciones posibles. Así mismo, el Artículo 75 Bis. menciona que todo tratamiento e internamiento en salud mental y adicciones debe ser prescrito con consentimiento informado, asegurando que la persona reciba información clara y completa sobre el tratamiento, sus beneficios, riesgos y alternativas, para que pueda aceptarlo o rechazarlo libremente.
La práctica de llevar a personas a centros de rehabilitación sin su consentimiento no solo podría ser considerada una violación de sus derechos, sino que también puede tener efectos contraproducentes en su recuperación. Las personas que son forzadas a internarse pueden desarrollar resistencia a la rehabilitación, alimentando un ciclo de desconfianza y resentimiento hacia las instituciones que deberían apoyarlas.
La rehabilitación de adicciones es un proceso complejo que debe centrarse en la voluntad y la motivación del individuo para cambiar. Forzar el internamiento puede despojar a la persona de la agencia necesaria para su recuperación. Un enfoque basado en la coerción puede exacerbar los traumas preexistentes y generar una mayor alienación de las personas que buscan ayuda.
Además, el uso de redes sociales para documentar estos encuentros plantea cuestiones éticas sobre la explotación de la vulnerabilidad de los individuos. La viralización de estos momentos puede convertir a las personas en objetos de entretenimiento, en lugar de reconocer su dignidad y humanidad.
El fenómeno de la Patrulla Espiritual y el concepto del “tazo dorado” destacan la tensión entre la intención de ayudar y la necesidad de respetar la autonomía de los individuos. La rehabilitación de adicciones debe ser un proceso que empodere a las personas, donde el consentimiento informado y la dignidad sean prioritarios.
Es fundamental que las iniciativas que buscan abordar la adicción se alineen con las normativas legales y éticas, promoviendo un enfoque basado en el respeto y la empatía. La solución a la crisis de adicciones no reside en la coerción, sino en el apoyo, la educación y la creación de un entorno que fomente el cambio positivo desde un lugar de comprensión y compasión.
César Augusto García Avitia
Profesor Investigador de Tiempo Completo de la Facultad de Psicología de la Universidad de Colima.
Doctor en Psicología, Maestro en Bioética, Maestro en Psicología Aplicada y Licenciado en Psicología.
Contacto: garciaavitia@ucol.mx