ESPUMA DE MAR
Por: MAriana PÉREZ OCHOA
Ayer 5 de noviembre se realizaron oficialmente las elecciones presidenciales en Estados Unidos, después de un proceso muy reñido para Kamala Harris y Donald Trump. A pesar de seguir en espera de resultados oficiales, los análisis y conteos recientes apuntan a que Trump será el presidente nuevamente.
Donald Trump ha mantenido una postura dura y a menudo polémica sobre los migrantes latinos, especialmente los que ingresan a Estados Unidos desde México y Centroamérica. Durante su campaña y presidencia, hizo múltiples declaraciones que asociaron la migración latina con problemas de seguridad, drogas y delincuencia, lo que provocó críticas tanto en Estados Unidos como a nivel internacional.
Parece desestimar que el crecimiento de la población latina en Estados Unidos ha alcanzado un punto significativo en las elecciones: casi la mitad de los posibles votantes ahora son de origen latino. Este importante sector de la población tiene una presencia fuerte en estados clave como California, Texas, Florida, Arizona y Nevada, que suelen jugar un papel decisivo en las elecciones. En muchos de estos estados, el voto latino pudo ser el factor que determine si ganan los demócratas o los republicanos, lo que hace que este electorado sea esencial para cualquier campaña presidencial exitosa.
La candidata y el candidato ya han presentado su postura en temas clave que serán positivos o negativos directamente para México; entre los más destacados se encuentra la Guerra en Ucrania, la crisis humanitaria en Gaza, los derechos democráticos, el cambio climático, la seguridad y por supuesto, la migración.
Un tema muy claro e importante para entender las diferencias ideológicas del candidato republicano y la candidata demócrata es la migración. En el caso de Trump, sus propuestas son mucho más radicales, pues amenazó con hacer la mayor deportación en la historia de Estados Unidos, de casi 20 millones de personas. Por otro lado, Harris, a pesar de también plantear una reforma migratoria de mayor contención para México, es una forma más humanitaria, incluyendo y reconociendo la contribución a la economía de los Dreamers adquiriendo su ciudadanía. Sin duda el discurso que manejan es diferente, pero su aplicación en la vida real podría ser otra.
Otro ejemplo es sobre las propuestas de seguridad contra el narcotráfico, mientras que Harris ha hablado de una solución no militar, Trump propone acciones de intervención en México, incluyendo bombardeos a laboratorios y enviar a soldados estadounidenses a combatir los cárteles. Dejando de lado la eficacia de estas medidas, la preocupación recae en la violación al principio de autodeterminación y de no intervención, fundamentales en las relaciones y políticas internacionales.
Un factor fundamental es que si Kamala Harris llegara a ser presidenta de los Estados Unidos, marcaría un momento histórico como la primera mujer, y además una mujer de ascendencia afroamericana y surasiática, en ocupar este cargo. Harris ha mostrado interés en temas de justicia social, derechos humanos, y políticas progresistas. Es probable que su agenda como presidenta refleje estos valores, impulsando reformas en salud pública, justicia penal, cambio climático y derechos de los inmigrantes. Además, podría colaborar con otros países en acuerdos que promuevan estos temas a nivel global.
Si Donald Trump fuera confirmado presidente nuevamente, podríamos esperar una continuación de su enfoque nacionalista y conservador, lo que probablemente resultaría en una mayor polarización dentro de los Estados Unidos, y potencialmente en un retroceso en algunas políticas progresistas y globales.
Ambos enfoques presentan oportunidades y retos, dependiendo de los intereses y prioridades que México busque impulsar en la relación bilateral, en el que deberá mostrar una capacidad de adaptación que nos favorezca.