APUNTES PARA EL FUTURO
Por: Essaú LOPVI
Hay días que marcan historia. No es poca cosa lo que se decidió ayer en el Congreso. Los diputados oficialistas nos mandaron a los mexicanos al siglo pasado.
Con la aprobación de la extinción de siete organismos autónomos, México pierde contrapesos fundamentales y se adentra en un terreno peligroso: uno en el que la opacidad y el autoritarismo pueden campar a sus anchas.
Adiós al INAI, que nos daba herramientas para exigir cuentas a nuestros gobernantes. Adiós a la Cofece, que buscaba garantizar una competencia justa. Adiós al Coneval, que medía la efectividad de las políticas sociales. Y así, uno a uno, caen instituciones que no surgieron de la nada, sino que fueron creadas como respuesta a la necesidad de frenar los excesos del poder.
Esto no es renovación, tampoco transformación, es sumisión.
Lo más doloroso es que esta reforma no responde a un análisis técnico ni a un debate real sobre cómo mejorar al país. No, esto es simplemente obediencia ciega. Una mayoría legislativa que actúa al dictado de un solo hombre, quien aunque ya no ocupa la Presidencia, sigue moviendo los hilos del poder. La presidenta Sheinbaum, quien debería trazar su propio rumbo, parece más preocupada por cumplir los deseos de su antecesor que por defender los derechos de los ciudadanos.
Dicen que estos cambios traerán eficiencia. Que con la desaparición de los órganos autónomos, las funciones se centralizarán en dependencias gubernamentales y todo será mejor. ¿De verdad creen que un gobierno sin vigilancia será más eficiente? ¿De verdad esperan que les creamos? Es imposible hacerlo cuando se han cansado de demostrarnos que la eficiencia no es su fuerte. Una y otra vez han fallado en sus proyectos, estimaciones, análisis y hasta al implementar sus propias reformas. El partido en el poder ha convertido los errores en su sello distintivo, y ahora pretenden convencernos de que esta vez será diferente.
La transparencia no es opcional, debe ser esencial.
Con esta reforma, los mexicanos perdemos herramientas valiosas para entender cómo se gasta nuestro dinero, cómo se toman las decisiones, quiénes son los responsables. Perdemos, en suma, la posibilidad de exigir cuentas. Esto no es un avance; es un retroceso monumental.
Ayer, mientras algunos legisladores mostraban pancartas defendiendo al INAI y denunciando el golpe a la democracia, otros votaban a favor de esta medida con una tranquilidad alarmante. Se olvidan de que representan a los ciudadanos, no a su partido, no a su líder.
El panorama es sombrío. Si permitimos que desaparezcan estos organismos sin alzar la voz, ¿qué será lo próximo? Los contrapesos existen por una razón: para que el poder no se concentre, para que haya vigilancia, para que las decisiones se tomen pensando en todos, no solo en unos pocos.
Pero aún hay tiempo para reflexionar. Quisiera creer que en algún momento los mexicanos despertaran de su letargo y podrán exigir, protestar, señalar. Porque aunque hoy parezca que todo está perdido, la historia nos ha enseñado que siempre hay vueltas en el camino.
Lo que vimos ayer es una decisión que podría ser la lápida de nuestra democracia. México no necesita obediencia ciega ni retrocesos. México necesita transparencia, justicia y un verdadero compromiso con el bien común no con una persona o partido.