CALLE

¿QUÉ VIENE?
Por: SEAN OSMIN HAMUD RUIZ

Dejémonos de amarguras, diciembre es para celebrar. Es un momento en el año que, por convicción o costumbre, podemos aprovechar para alegrarnos y regocijarnos.

Claro que hay situaciones críticas que seguramente pueden hacer difícil sentir alborozo, pero al menos procuremos esperanza.

Por ello creo que el esfuerzo que la autoridad hace por planear y montar vendimias, mercaditos, foros artísticos, drones y fuegos artificiales vale la pena.

Aquellos que opinen que es un mal placebo que con pretendidas finalidades cosméticas intenta paliar una realidad dura, difícil, tienen parte de razón.

Pero no todo este esfuerzo es vano, en un punto, la percepción va creando realidad.

Así, en la medida en que como ciudadanos nos encontremos en las plazas, inclinemos la cabeza o eufóricamente demos un abrazo para saludar al conocido, al vecino o al amigo; veamos a los niños juguetear, ilusionarse con una foto o incluso solo disfrutando una golosina, podremos reiterar que la ciudad es nuestra y que efectivamente los buenos somos más.

Por supuesto que los eventos tienen que cuidarse en su organización. Debe garantizar orden, limpieza, seguridad y transparencia en el manejo de los recursos, no son cheques en blanco, por mejor que sea su intención.

Todo esto debe exigirse.

La invitación es que los disfrutemos.

¿Criticables?, tal vez. ¿Mejorables?, sin duda.

Una cosa es segura, prefiero sin cortapisa que estos festivales de calle se hagan, con todo y sus “molestias” a ver cintas amarillas cerrando la CALLE.

MICROCUENTO

Escuché decir en una mesa de amigos que la voz es un reflejo profundo del alma.

Por supuesto y por eso cantamos, bien, mal, afinados o desentonados.

Casi nada transparenta tan prístinamente el sentir, pues qué mejor manera de expresar alegría, tristeza, nostalgia, añoranza o deseo que con el canto.

 

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