El peligroso retorno de la sustitución de importaciones en el ‘Plan México’

APUNTES PARA EL FUTURO
Por: Essaú LOPVI 

La presidenta de México, Claudia Sheinbaum, presentó este lunes el «Plan México», una estrategia entre el gobierno y la iniciativa priva en promover el desarrollo económico y social del país.

Entre las metas de este esfuerzo destacan estar en el top de las 10 economías más grandes del mundo y fortalecer el mercado interno. Pero este Plan México, incluye la llamada «sustitución de importaciones» como una de sus piezas clave.

Para quienes recuerdan la historia económica del país, este término no trae buenas noticias. No es una apuesta nueva, y sus resultados en el pasado fueron devastadores.

La sustitución de importaciones es una estrategia que busca reducir la dependencia de productos extranjeros fomentando la producción interna de bienes que antes se importaban. Para lograrlo, se utilizan herramientas como aranceles y barreras comerciales que encarecen los productos importados, subsidios a la industria nacional y regulaciones que limitan la entrada de mercancías extranjeras. Aunque a simple vista puede parecer una idea positiva —proteger y hacer crecer la industria nacional—, sus consecuencias suelen ser contrarias a los objetivos planteados.

En primer lugar, esta política impacta directamente en el poder adquisitivo de las familias.

En México, 20 de cada 100 pesos gastados van a productos importados. Si se encarecen o eliminan esas opciones, los consumidores tendrán que recurrir a alternativas nacionales que, por falta de competencia, suelen ser más costosas y de menor calidad. ¿Les suena la palabra fayuca? El resultado: menos productos en el hogar y menor satisfacción de las necesidades básicas.

Además, al eliminar la presión de competir con bienes extranjeros, las empresas nacionales tienden a estancarse. En lugar de invertir en innovación o mejorar sus procesos productivos, estas compañías se acomodan en su nueva posición de monopolio protegido. Esto genera una economía cerrada, con precios altos, productos mediocres y consumidores obligados a pagar más por menos.

La historia ya nos dio un claro ejemplo de cómo esta estrategia puede fallar. Durante el periodo del PRI en el siglo XX, la sustitución de importaciones fue una de las políticas centrales. Aunque inicialmente impulsó el crecimiento de ciertas industrias, el proteccionismo prolongado llevó a un estancamiento productivo. Las empresas nacionales no tenían incentivos para competir en calidad o precio, y el resultado fue una economía ineficiente que no pudo sostenerse en el largo plazo.

Otro punto crítico es que esta política ignora las cadenas de valor globales. En un mundo interconectado, muchos productos no son completamente nacionales ni extranjeros. Las barreras comerciales no solo afectan al consumidor final, sino también a las empresas que dependen de insumos importados para producir bienes competitivos. El encarecimiento de estos insumos puede desencadenar un efecto dominó que perjudique tanto a productores como a consumidores.

La narrativa del «Plan México» parece basarse en un ideal de independencia económica que, aunque atractivo en el discurso, no se sostiene en la realidad. La verdadera fortaleza económica radica en una combinación de producción nacional competitiva y participación activa en el comercio global. Apostar por un esquema de sustitución de importaciones es caminar hacia un modelo económico cerrado, con todos los riesgos y limitaciones que ello conlleva.

En lugar de revivir una estrategia que ya demostró sus fallas, el gobierno debería enfocar sus esfuerzos en fortalecer la competitividad de la industria nacional a través de incentivos a la innovación, capacitación laboral y mejoras en infraestructura. Solo así se podrá lograr un desarrollo económico sostenible que realmente beneficie a todos los mexicanos.