FRASES DE ORO
Por Jorge Arturo OROZCO SANMIGUEL Redes Sociales: Jorge Orozco Sanmiguel
Durante estos días, el tema de inseguridad inundó las redes sociales. Y cómo no hacerlo. Las situaciones caóticas han destapado centenares de respuestas a las leyendas urbanas de cada estado. El caso de corrupción, secuestro y trata de personas, entre otras más, ya rebasaron los límites. Como anteriormente lo escribí en una columna: tarde que temprano, la realidad te alcanzará, y peor: te rebasará.
Está de más mencionar o enlistar los sucesos de este mes sobre el crimen organizado, puesto que me acabaría casi una cuartilla sobre ello. Lo que sí debemos enumerar son las acciones que se dejaron, y dejamos de hacer. Si bien, los valores dependen de un entorno, también se gira todo a un criterio.
Se ha criticado mucho sobre quién o cuál es el factor culpable de todo. Las respuestas son las siempre conocidas. Pero hagamos un análisis. ¿Realmente necesitamos esperar a que el gobierno facilite o solucione meramente los problemas de una sociedad? Según Ezequiel Ander-Egg, (en Oscar Osorio-Pérez) lo que conforma una comunidad es “una agrupación o conjunto de personas que habitan un espacio geográfico delimitado y delimitable, cuyos miembros tienen conciencia de pertenencia o identificación con algún símbolo local y que interaccionan entre sí más intensamente que en otro contexto, operando redes de comunicación, intereses y apoyo mutuo, con el propósito de alcanzar objetivos, satisfacer necesidades, resolver problemas o desempeñar funciones sociales relevantes a nivel local”
Las acciones irrelevantes de cada administración serán siempre visibles. Hace unos días, colectivos de buscadores se reunieron en el Zócalo de la Ciudad de México, los cuales solicitan ser visibilizados ante el gobierno, exigiendo justicia e interés por ser apoyados. Lo más atroz es la demanda: lo único que piden es encontrar los restos de sus conocidos, para darles Santa Sepultura. Es inaudito, y más la respuesta federal: “Sí los vimos, y muchos eran Calderonistas” Un mensaje imprescindible, cruel y despiadado, como dar un sablazo a la moral y cerrar de golpe la carpeta de investigación. Ser votante de una esperanza pasada no es pecado ni acto de culpabilidad. No asumir la responsabilidad actual, eso sí es una aberración hasta de ideales.
Ese es el tema justamente: busquemos las soluciones ahora como sociedad y comunidad, y esa es la pregunta que realizo en esta columna: ¿qué hemos dejado de hacer para llegar a esto? Y no, no estoy de acuerdo que el problema efímero y absoluto sea la promulgación de los corridos alterados, narcocorridos, entre otros géneros musicales. La razón de todo ha sido la pobreza y la necesidad.
Se han demostrado casos, y justamente en Colima, donde un joven denunciaba ser víctima de un posible fraude por una empresa empleadora, con promesas salariales llamativas, que al final, resulto ser un posible reclutamiento al crimen organizado. No, no es una leyenda urbana ni un mito. Nuevamente lo escribo: es una realidad que nos alcanzó. Dentro de la denuncia en redes sociales, resaltaron comentarios inequívocos de cómo era posible que creyeran semejante barbaridad; que esos salarios jamás podrán darse de manera pública. Pero entendamos la situación: existe mucha necesidad en la cartografía colimense. La taza de desempleo, pésimos pagos quincenales y jornadas laborales explotadoras son un hecho gráfico, pero no verbal.
No dejemos de lado el desinterés nuevamente por la educación. Los datos de la SEP destacan que de cada 100 niñas y niños que entran a la primaria, solo terminan 28. O sea que 72 infantes ya quedaron excluidos del máximo derecho a la educación. Que si bien, la lucha fue que sea obligatoria; ahora debe ser universal. El estrangulamiento viene al final de esta historia. De esos 28, ¿cuántos cree usted que terminan su licenciatura?
A eso es a lo que me refiero: el ser superior de toda esta orquesta se apropió de lo que más nos nutría: la educación. El magisterio luchó en su momento por ideales constructivistas para generar una sociedad informada. Hoy, solo vemos restos de lo que llegó a ser. La importancia de la educación, gracias ahora sí, a gobiernos anteriores, fue generar mano de obra barata para las empresas extranjeras que aumenten el capital de unas y unos cuantos. Y eso es justamente lo que no quieren que veamos.
Esta lucha dejó de ser gubernamental. Así como lo dijo Nayib Bukele hace unos días: “¿Cómo es posible que una organización criminal se pueda agenciar un territorio entero y el gobierno no los pueda sacar? Es porque están en el gobierno” Con el reciente video emitido supuestamente por el Cártel Jalisco Nueva Generación, el cual tengo un análisis discursivo muy detallado, nos evidencia que efectivamente, estamos tratando un Narco-estado.
¿Qué debemos hacer? Honestamente, debemos luchar, pero empecemos desde casa. Retroalimentarnos sobre nuestras acciones, fortalecer la integración familiar, no desestimar la educación y empujar no solo a nuestras hijas o hijos; si no a toda niña o niño que deseé o ya haya abandonado la escuela, a que finalicen esa etapa de vida. Hablar con las y los jóvenes y dejar de ser el estereotipo que desea el mercado.
Tenemos una gran tarea como comunidad, sociedad y estado. Luchemos hoy, y despertemos con esa idiosincracia. Despertemos al mayor enemigo del capital. No dejemos que los gobiernos fronterizos nos digan qué hacer, porque nuestra historia, la que tanto nos enseñaron en primaria, hace que tengamos “otros datos”. Luchemos hoy, porque ya hemos perdido al estado gracias a la impunidad y corrupción que permitimos, ahora sí, “por gobiernos anteriores”