EN MI HUMILDE OPINIÓN
Por: Noé GUERRA PIMENTEL
El 5 de marzo pasado la plataforma Netflix subió su estreno sobre esta obra, novela homónima escrita entre 1954 y 1957 por Giuseppe Tomasi di Lampedusa; a la postre, hito de la literatura italiana y una reflexión profunda sobre el cambio social y político de cualquier nación.
Obra atemporal y ambientada en la Sicilia del siglo XIX, entre 1861 y 1865, la narración sigue al príncipe Fabrizio Salina, un noble que vive y observa el declive de su clase aristocrática y el ascenso de la burguesía. La novela se caracteriza por su prosa poética y su introspección en el paso del tiempo, la muerte y la inevitabilidad del cambio.
De la adaptación cinematográfica de 1963, dirigida por Luchino Visconti, solo tenía vagas referencias; no obstante, como cine de culto es considerada una de las obras maestras del cine italiano. Por los actores de la época, un Alain Delón, por ejemplo, y por las propias condiciones del contexto de la novela, asumo que la película, como esta puesta de Netflix, también captura la esencia fastuosa y melancólica de la novela, resaltando la opulencia y la decadencia de la aristocracia con una estética visual que complementa la narrativa de Lampedusa.
El término «gatopardismo» proviene de la famosa frase de la novela: «Si queremos que todo siga como está, es necesario que todo cambie». Esta noción se refiere a la camaleónica adaptación superficial de individuos o grupos ante los cambios sociales o políticos sin una transformación real de las estructuras de poder. En el contexto de El Gatopardo, se manifiesta en la aceptación resignada por parte de los nobles, figura en decadencia, frente el arribo de la nueva clase política, que, aunque diferente en su origen, termina por reproducir patrones y dinámicas de poder y control sustentadas en la complicidad, la apariencia y la corrupción; exactamente en lo que decían combatir.
En la sociedad contemporánea, el gatopardismo se manifiesta de diversas maneras. A pesar de los avances democráticos y el ascenso de la presunta izquierda al poder, vemos que el cambio ha sido en el discurso. Los personajes y las élites tradicionales solo han cambiado de roles, se adaptan a la nueva realidad manteniéndose en el poder con sus mismos o más privilegios, mientras que el resto de las estructuras continúan sin alteraciones. Ejemplos de ese fenómeno, en mucho se plantean en la historia misma de cada rincón de nuestro país, solo hay que ver apellidos y genealogías.
El fenómeno del gatopardismo históricamente también se ha observado cuando facciones, partidos o líderes, acogen discursos según progresistas, pero en la práctica implementan políticas que acentúan y perpetúan la desigualdad. Las promesas de cambio suelen diluirse, dejando intactas las dinámicas de corrupción y clientelismo electoral que obstaculizan el verdadero progreso. Fenómeno que también se refleja en otros ámbitos, como la economía, donde las reformas seguirán beneficiando al mismo pequeño grupo, más otros que agregados, en lugar del desarrollo equitativo.
«El Gatopardo» y su concepto de gatopardismo resuenan poderosamente. La obra de Lampedusa, a través de su exploración de la decadencia aristocrática y la resistencia al cambio, ofrece una lente crítica para examinar nuestra realidad, dijera el clásico: Como anillo al dedo. Las adaptaciones de la novela, especialmente la nueva versión en streaming, nos dan la oportunidad de replantear este diálogo, recordándonos la importancia de cuestionar las estructuras de poder y la necesidad de un cambio genuino, en lugar de mentiras como transformación. La historia de Fabrizio Salina, es un espejo en el que debemos mirarnos como sociedad, para reflexionar sobre lo que significa realmente cambiar para que todo permanezca igual.
De ahí la pertinencia de una de las últimas escenas de la serie que se corona con un soliloquio del gatopardo frente a su hija: “Estas mujeres marchitas, estos hombres estúpidos, son solo presas indefensas condenadas a gozar del pequeño rayo de luz que se les concede entre la cuna y la muerte. Nosotros fuimos los gatopardos, los leones; los que nos sucedan solo serán chacales, víboras, hienas, ratas. Todo será diferente, pero peor.