En el puesto fronterizo de Kouremale, a unos 130 kilómetros al sur de la capital de Mali, Bamako, cinco sanitarios esperan bajo un tejado de paja, pidiendo a los pasajeros que llegan de Guinea que se laven las manos.
Les toman la temperatura con termómetros digitales para comprobar si tienen fiebre, uno de los primeros síntomas del letal virus del ébola que se originó en Guinea y se ha extendido hacia el sur, a las vecinas Sierra Leona y Liberia.
Mali es el único país que no ha cerrado su frontera con Guinea. Para las autoridades sanitarias locales, esto ha disminuido el riesgo de que gente potencialmente infectada entre en el país. Hasta la fecha, no se ha detectado ningún caso de ébola en Mali.
Pero las operaciones en los puestos fronterizos están encontrando dificultades logísticas en este lugar remoto del África Occidental. El agua ha de ser transportada en un camión desde un pueblo a quince kilómetros en bidones de acero y no hay sillas en la zona de espera.
La principal dificultad para Mali a la hora de mantener la enfermedad alejada es, en cualquier caso, que los viajeros esquiven el puesto fronterizo en el único camino pavimentado que conecta esta región con la vecina Guinea.
«Hay muchos coches que pasan por caminos clandestinos porque tienen miedo de los controles» dijo Djibril Bassole, un conductor de autobús que cubre la ruta entre Conakry y Bamako.
A un kilómetro al norte de Kouremale existe un depósito donde llegan los coches procedentes de la capital guineana que han logrado evadir el control fronterizo.
CENTRO MINERO
Mali ha desplegado policías a lo largo de la frontera para intentar controlar los movimientos de entrada, pero el relieve hace imposible seguir el rastro de todo el mundo.
«Hay fronteras oficiales, pero por supuesto, la gente vive y viaja de un lado a otro», dijo Xavier Crespin, director de la Organización Mundial de la Salud para África Occidental, que comandó una delegación destinada a supervisar los preparativos en la frontera.
La región es un importante centro de la minería de oro que atrae a los trabajadores del norte de Guinea y el sur de Mali. Muchos guineanos entran en Mali por la mañana y vuelven a su país al terminar la jornada.
«Si el ébola entra en Mali no será por carretera, llegará a través de las áreas mineras» dijo Kone Diahara Traore, la autoridad sanitaria de la región fronteriza.
El ministro de Salud de Mali ha confiado hasta ahora en estos controles y en los fuertes esfuerzos de la comunidad, pidiendo a los habitantes de la zona que se mantengan alerta e informen de inmediato de cualquier caso sospechoso.
Más allá de la policía, el gobierno local ha preparado brigadas anti-ébola. En palabras de Traore «Dicen que están más asustados que nosotros, porque los guineanos comen con ellos todos los días».
Pero asegurar una frontera libre del ébola sigue siendo un enorme reto.
«La gente que pasa sin atravesar los controles demuestra una educación muy pobre. Si están advertidos de la lucha contra el virus, deberían pasar por allí y ser revisados», dijo Moussa Keita, un minero malí que cruza la frontera con Guinea cada día para trabajar.
«He visto a gente empezando una pelea sólo por intentar tomarles la temperatura. No todo el mundo lo entiende», dijo Keita.
La crisis del ébola, la peor de la historia, ha matado ya 3.439 personas e infectado a unas 7.492, con casos identificados en Nigeria, Senegal y los Estados Unidos.
Para mantenerse a salvo de la enfermedad, algunos países han cancelado los vuelos a las naciones afectadas, mientras que la mayoría de los estados limítrofes han cerrado las fronteras.