Nicaragua.- El paso de huracanes Eta e Iota por Centroamérica en noviembre de 2020 impactó a siete países. Nicaragua fue uno de los más afectados con un nivel de destrucción que aún hoy, a cuatro meses del siniestro, coloca en riesgo a medio millón de personas que habitan en la costa norte del Caribe y que carecen de agua, dijo este viernes la directora regional para América Latina del Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (Unicef), Jean Gough.
Al terminar una visita de seis días las comunidades damnificadas, Gough aseguró que el gobierno nicaragüenses y sus socios humanitarios han logrado avances importantes en la respuesta a las necesidades inmediatas de la población y en la reconstrucción de la infraestructura dañada, que incluye escuelas, viviendas e instalaciones de agua.
Temporada seca
Sin embargo, la población de la zona depende por el momento del agua de la lluvia para satisfacer sus necesidades básicas y la temporada seca está llegando, por lo que es muy urgente acelerar los trabajos para mejorar el acceso a agua potable, alimentos, educación, salud y medios de subsistencia en todo el país, especialmente en las zonas más remotas.
Gough expresó conmoción frente a la devastación “inimaginable” que observó en las comunidades de Kiwastara, Andre, Wawa Bar y Karatá.
Advirtió que en vista de que en los próximos meses, las familias afectadas por los huracanes ya no podrán depender de la lluvia como fuente de agua potable, “el acceso limitado al agua segura puede exponer a los niños y niñas a mayores riesgos de diarrea y desnutrición en las próximas semanas”.
Alrededor de 1.8 millones de personas, incluidos 720 mil niños, todavía necesitan ayuda humanitaria, especialmente entre las comunidades indígenas. Las niñas, los niños y los adolescentes se encuentran entre los más afectados y los más invisibles, con efectos inmediatos y de largo plazo derivados de la emergencia climática. Más de 260 escuelas perdieron sus tejados y resultaron parcialmente dañadas o totalmente destruidas.
UNICEF desplegó un operativo de asistencia humanitaria a las familias afectadas en las costas sur y norte de Nicaragua inmediatamente después del desastre.
El trabajo de la agencia se centró en la provisión de agua y saneamiento, nutrición, educación, protección y apoyo psicosocial, especialmente a los grupos más vulnerables.
Ni los primeros ni los últimos
La directora regional recordó que Eta e Iota no fueron los primeros huracanes en asolar la costa caribeña de Nicaragua y que tampoco serán los últimos, por lo que instó a incrementar la preparación de la población de la zona frente a eventos climáticos extremos antes de la nueva temporada de ciclones.
“Uno de nuestros mayores desafíos ahora es buscar soluciones innovadoras, escalables y sostenibles para reducir rápidamente los riesgos y construir resiliencia en el hogar y en la escuela para todos los niños y niñas”.
Gough consideró “injusto” que los niños de las comunidades más pobres “sean los que menos responsabilidad tienen en el cambio climático pero carguen con la mayor parte de su impacto”.
Unicef hizo un llamamiento de emergencia por 17 millones de dólares para la asistencia humanitaria de 430 mil personas pero hasta ahora sólo ha recibido el 47 por ciento de los fondos solicitados. La agencia insistió en la necesidad de mayor apoyo internacional para continuar su labor en Nicaragua. BP