EL ARCÓN DE HIPATIA
Por. Saraí AGUILAR ARRIOZOLA
No es lo mismo el violador de la casa que el de la casa de enfrente. Al parecer ésta es la máxima que siguen las senadoras de las diferentes bancadas en la Cámara Alta.
“¡No fue abuso sexual, fue violación! ¡No fue abuso sexual, fue violación!”, expresó enérgica la senadora Malú Mícher sobre la reclasificación de un delito grave a uno no grave, lo que permitió que Jorge Romero Vázquez, diputado electo por el PAN, fuera liberado en noviembre.
Un reclamo justo, y que se apoya, pero que contrasta notoriamente con la postura moderada y la carta tibia que la misma senadora envió a los órganos de su partido cuando su compañero Félix Salgado Macedonio fue señalado como violador en su fallida candidatura gubernamental por el estado de Guerrero en las pasadas elecciones. En dicha misiva, la legisladora mencionaba que Morena “debe escuchar a la sociedad y fundamentalmente a las víctimas”. Además, tiene que “analizar si las denuncias y elementos presentados repercuten en la autoridad moral y en la ética de candidatos”.
La senadora exhortó a la Comisión de Honestidad y Justicia, a la Comisión Nacional de Elecciones y al Comité Nacional de Morena y al propio Salgado Macedonio a reflexionar sobre el caso del candidato a la gubernatura de Guerrero.
Pero el don de callar en lo propio cuando se señala lo ajeno no es exclusivo de las legisladoras de Morena. Pues, ante los señalamientos contra el diputado electo del PAN, e incluso la presencia de María José Velázquez Navarro, la víctima de agresión sexual, quien acudió al Senado de la República a señalar nuevamente que un panista abusó de ella, las mujeres de Acción Nacional no reaccionaron al respecto.
“Tras una revisión a las redes sociales de las tres legisladoras más sobresalientes en el Senado por el PAN, así como en las páginas oficiales del partido político, ni Xóchitl Gálvez, ni Kenia López Rabadán ni Lilly Téllez han manifestado una declaración en solidaridad con la víctima de agresión sexual”, señalaba Infobae un día después de la presencia de Velázquez Navarro en el senado.
Mucho se ha disertado sobre si la paridad en cuota es efectiva en la agenda feminista o si en el caso de algunas legisladoras se ha vuelto un mero discurso efectivo para alcanzar candidaturas o espacios en la arena política que, lejos de cumplir con su función de representación popular, se transforman en meros espacios de poder.
¿Cómo convencer, cómo avalar ante las cientos de miles de mujeres que día a día sufren violencia, en la calle, en sus casas, que sí sirve el feminismo que empodera a otras que luchan por ellas? ¿Cómo demostrar que el feminismo no está replicando en sus élites los mismos modelos del patriarcado avasallando a las más débiles para mantener posiciones?
Les toca demostrar a las legisladoras de todos los partidos que el voto de las mujeres que las respaldó para llegar ahí es retribuido y que no utilizaron la bandera de la igualdad de género para conseguir meramente poder o lo que es peor… un empleo.