Crónica sedentaria
Por: Avelino GÓMEZ
Hubo un tiempo (no muy lejano) en que no pasaba nada en Colima. Nada. Ni bueno ni malo.
Tan no pasaba nada que nuestro poeta Víctor Manuel Cárdenas se tomó el feliz derecho de escribir un poema, a inicios de los años noventa, que empezaba así: “Ahora llegan aviones./ En mi pueblo nos damos el lujo/ de dos aeropuertos./ Sumados los dos/ no hacen uno/ pero las escrituras dicen dos./ Antes…/ el paseo mayor/ era la llegada del ferrocarril”.
Pasaron los años. Pasaron los sexenios y las décadas. Políticos llegaron y se fueron (qué bueno). Otros se quedaron (qué malo). Mientras, la Piedra Lisa (nuestro querido símbolo provinciano) sigue y seguirá ganando lustre gracias a la colimota costumbre —ignominiosa para unos y motivo de orgullo para otros— de llevar al visitante a que resbale su trasero por la cara plana de dicho monolito. Alguien que me lea en otra parte del mundo dirá: “¿Cómo, y aún así siguen llegando aviones a Colima?” Pues sí. Llegan. Y además ya pasan cosas. Malas las más de las veces. Pero también buenas.
Una de esas cosas buenas fue la Cuadragésima Muestra Nacional de Teatro (21-30 de noviembre). Diez días en los que la gente de Colima disfrutó del mejor teatro que se hace en el país. 34 puestas en escena provenientes de 19 estados. Y la participación de 360 artistas a los que —no tengo pruebas, pero tampoco dudas— algún colimense bien intencionado les habrán dicho que fueran a resbalarse a la piedra lisa, porque de ello dependía si regresaban, o no, a esta ciudad.
La muestra destacó “la diversidad de las propuestas escénicas, la libertad creativa y los discursos que abordan las realidades que vive el país… etc”.
La asistencia de públicos notable. La organización, irreprochable. Y unos dirá: ¿Y cómo no iba a estar bien organizada la muestra nacional, si el INBAL lleva cuarenta años haciéndola? Exacto. Pero tampoco hay que menospreciar a los co-organizadores locales (Secretaría de Cultura de Colima).
La coordinación de los funcionarios locales con los artistas, directores y técnicos visitantes no debió ser fácil; sobre todo si tomamos en cuenta que un empleado del gobierno colimense pierde, en promedio, dos horas laborales para irse a tomar una tuba o un tejuino, y otra hora y media para entablar conversaciones que empiezan así: “Oye vale, ¿y ya te fuiste a resbalar a la piedra… etc”. Pese a eso, lo lograron. La 40 Muestra Nacional de Teatro llegó y se fue de Colima como los aviones. Dejó buen sabor de boca y comentarios positivos.
Cosa muy distinta se puede decir del Festival de Cine del Pacífico, en Manzanillo (13-17 de noviembre), cuya mayor repercusión en la prensa no fue la asistencia o la buena planeación de las actividades, sino que los organizadores (Secretaría de Cultura de Colima, et al.) dejaron un basurero en una de las calles más transitadas de la zona turística. Y ahí sí, señores, no hay tuba ni tejuino que los justifique.