AMAR VERDADERAMENTE

Todos deseamos ser amados y queremos, más que amar, sentirnos enamorados, es decir, envueltos en una nube de ilusiones, de excitación y de emociones intensas relacionadas con estar con la “persona amada”. Pero eso no es realmente amor.

El deseo sexual, el deseo social de estar en pareja, las carencias afectivas a lo largo de nuestro crecimiento pueden volver más intensa la sensación de querer todo de ese otro al que “amamos”. Pero amar de verdad es cuando pasado ese embelesamiento del enamoramiento se desvanece, cuando viene la vida cotidiana, los defectos, las decepciones y los problemas, y sigues y haces lo posible y hasta lo imposible por el otro. Es cuando no estás reviviendo tus traumas de tu infancia buscándote a tu papá o tu mamá para que continúe torturándote como lo hizo y sigas “en casa”, sino cuando tienes a alguien que no es como tú, que no nació para complacerte y que además tienes “sus propias ideas” y “su forma de hacer las cosas”. Es amar a alguien aunque no te ame como tú quieres, de modo romántico o dejándote ir con tus amigos y quedarse a cuidar a los hijos.

Estamos acostumbrados a amar lo bonito, lo que nos hace sentir bien, las situaciones que nos halagan, las cosas que nos prodigan placer, pero la vida es más que eso. Las responsabilidades de atender al otro, de mantener una casa formando un hogar, de tener suficiente dinero y disponer de él para las necesidades del otro y no sólo las nuestras, compartir el poder, cooperar, ceder, dejar a un lado nuestro deleite egoísta para atender en la enfermedad o ocuparse de criar a los hijos, de llevarlos y traerlos, de resolver problemas económicos, domésticos, de diversión y hasta resolver conflictos y discusiones por vivir juntos, por flojear o por opinar, por tener el carácter que tenemos.

El amor es sacrificio, sacrificio de nuestro ego, de nuestras complacencias, de hacer lo que nos venga en gana, de “ser libres”, pues implica “comprometerse”, cumplir, no cambiar de opinión, ser constantes, no abandonar, tener paciencia, tolerar y ceder. Amar verdaderamente es una hazaña, la más grande que un ser humano pueda emprender. Implica que ha madurado en lo que la Biblia llama “los frutos del espíritu”, que aparte del amor, son el gozo, la paz, la paciencia, la benignidad, la bondad, la fe, la mansedumbre y la templanza. Y realmente se mencionan más. En realidad amar nos edifica.

Nos obliga a darnos, a dejar de centrarnos en nosotros mismos y por supuesto, implica sacrificio, pues duele no lograr siempre lo que uno quiere, ser lastimado o decepcionado, y seguir amando o que nos dé miedo no poder controlar todo en una relación. Entonces seguir, luchar por ser mejor, atender a tus seres queridos cuando sufren enfermedad, malos momentos o padecer su carácter, implica sacrificio. Pero es importante recalcar que sacrificar por amor nuestro ego no es lo mismo que tolerar por miedo, por inmadurez o por heridas no sanadas de nuestro pasado las actitudes destructivas, los vicios, la maldad, el maltrato, la violencia o las adicciones de una pareja, un hijo o un familiar.

Despejar nuestro pasado, sanar nuestras heridas, re-formar nuestro carácter y crecer emocionalmente son requisitos indispensables para amar verdaderamente. Y también para mejorar como personas, que a eso venimos. No se trata de hacerlo sólo para conseguir algo del otro, sino por nosotros mismos, pues amar requiere honestidad. No podemos dar lo que no tenemos, lo que no hemos desarrollado en nosotros, lo que no practicamos con nosotros mismos. Para eso consulta a la psicoterapeuta.

* Mtra. Ruth Holtz, Terapeuta psicocorporal, Analista bioenergética, Psicoterapeuta psicoanalítica. Orientadora cristiana. Informes y citas, días y horas hábiles a los tels. 3 30 72 54/044312 154 1940
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