México, DF.- El altísimo voltaje que el América y su público impusieron en el partido de vuelta de la final provocó un cortocircuito en los Tigres, atribulados por la intensidad de los azulcrema, por sus propios errores y por la facilidad con la que Paul Delgadillo mostró tarjetas rojas. En este escenario, el equipo capitalino ganó su duodécimo campeonato profesional, con un futbol menos espectacular que el impuesto por Miguel Herrera, pero con calidad, madurez e inteligencia se colocó como el club más ganador del futbol mexicano.
Hasta antes del esperpento de las tres expulsiones de Tigres (una discutible, una bien merecida y una exagerada), el partido estuvo vivo, por momentos vertiginoso, emocionante.
Sabiéndose en desventaja (1-0 fue el marcador del partido de ida), las Águilas salieron en tromba, sin tiempo para medir al adversario: con dos hombres fijos en punta, Oribe Peralta y Martín Zúñiga, y las llegadas punzantes de Arroyo por la izquierda, el habitual derroche físico de Layún por la derecha, y Rubens Sambueza por el centro, inmediatamente arrinconó a su rival, que no atinaba a hilvanar tres pases, que no podía saltarse la férrea línea de presión desplegada muy arriba, asfixiante.
El tiempo que le duró el combustible al América en el primer tiempo, alrededor de 30 minutos, su defensa vivió un partido plácido, inquietado apenas por Damián Álvarez y Joffre Guerrón. Poco a poco, Álvarez bajó a echar una mano en la construcción del juego, y a base de retener la pelota, distribuirla con criterio y salir disparado al frente, provocó un par de situaciones de peligro. Pero al minuto 36, bajó más de la cuenta, le lanzó un pase muy fuerte al uruguayo Arévalo y, muy concentrado, el ecuatoriano Arroyo fue más rápido, ganó la pelota, ingresó al área y lanzó un disparo violentísimo que dejó de rodillas al portero felino. El América ya no apabullaba, pero en el error del voluntarioso Álvarez encontró el premio al tremendo esfuerzo que había puesto en el partido.
Tigres dejó la prudencia y la modorra en el vestidor, y al arrancar el segundo tiempo el partido se puso abierto, vibrante: la pelota viabaja de área a área a toda velocidad, sin apenas pausa, sin salir de la cancha. Arévalo comenzó a ganar balones para los neoleoneses, pero Goltz y Aguilar siguieron infranqueables. Precisamente el central paraguayo, tras un centro a balón parado, con un salto monumental, ganó la pelota y con un cabezazo impecable puso el 2-0 en el partido (2-1 en el global), que encarrilaba el título.
Tres minutos después comenzó el esperpento protagonizado por Tigres: Darío Burbano, llamado por Ferreti para remediar el entuerto en el marcador, con menos de 15 segundos en el campo, detuvo ilegalmente a Layún, quien se dirigía con balón controlado a toda velocidad a la portería de Nahuel Guzmán; era el último obstáculo antes del guardameta argentino, pero la jugada transcurría aún a muchos metros del área. Delgadillo sacó la roja directa.
Dos minutos después, Álvarez, el futbolista que se había mostrado más lúcido en los Tigres, lanzó un manotazo al aire, Delgadillo interpretó el gesto de frustración como un intento de agresión e injustamente lo mandó a las regaderas. Ahí se murió el partido: con 11, Tigres había sido incapaz de generar peligro real en la meta de Muñoz; con nueve, llegar al área azulcrema era una quimera.
Al 71, en una jugada anulada por fuera de lugar, Nahuel Guzmán, amonestado en la primera mitad del juego ¡por hacer tiempo!, detuvo con una patada a Michael Arroyo y recibió la segunda tarjeta amarilla. Para entonces la intensidad americanista permanecía únicamente en las tribunas, como si los futbolistas se apiadaran del infortunio de sus rivales.
En el 78 cayó el tercer gol, obra del cuestionado Oribe Peralta; y en el festejo se fue expulsado Luis Ángel Mendoza, tras un altercado con Dueñas (a quien Delgadillo le perdonó la roja por un par de agresiones) quien acababa de ingresar a un partido cuya historia ya estaba escrita muchos minutos antes.
Mohamed, el técnico águila, se va del club dejando el undécimo trofeo en las vitrinas del equipo de Coapa.
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