Colima.- José Antonio Mercado Jiménez, presidente de la Asociación de Artesanos de Colima, identifica tres problemáticas en el gremio: la confusión entre artesanías y manualidades, la falta de trabajo conjunto y lo complicado de la economía.
“Yo solo me dedico a esto, pero hace mucho que no tengo empleado porque no me ajusta”, me explica, en el taller en que convierte maderas, utilizando el torneado y calado artesanal, en objetos decorativos.
Mercado Jiménez dice que se decidió a fundar esta asociación (antes existía la Unión de Artesanos), debido a que “las artesanías se habían caído”.
El artista de las manos y la creatividad asegura que esto había pasado porque personas del propio Gobierno, de las direcciones encargadas del fomento artesanal, habían dejado proyectos inconclusos.
“En la asociación hay 50 agremiados, pero a veces, al hablar de dinero la gente se va yendo”.
José Antonio, junto con su esposa y mano derecha, Inés Carrillo de la Mora, trabajan en Artesanías Mercado, ofreciendo productos que van desde llaveros hasta rompecabezas.
Además, los artesanos trabajan actualmente con un proyecto de Programa de Apoyo a las Culturas Municipales y Comunitarias (PACMyC), con el que elaboran cajitas con diseños propios, de estilos colimenses.
A inicios del mes de julio, 23 artesanos de diversos municipios del estado recibieron recursos por parte del Fondo Nacional para el Fomento de las Artesanías (Fonart), por un monto total de 277 mil pesos.
Además de Antonio Mercado, Alejandra Cristóbal Asencio, una artesana que hace bordados de punto de cruz en la comunidad de Suchitlán, también recibió financiamiento de parte de Fonart.
En su caso, Alejandra dice que no le ajustaría para vivir solo de la venta de sus artesanías, pero tampoco podría dejar de hacer sus servilletas y trajes guadalupanos.
“No sale (para vivir), es algo complementario”, dice la joven que los fines de semana vende pollos asados como otra actividad para hacerse de ingresos.
Alejandra comenzó a los 13 años a bordar y ya tiene el mismo número de años haciéndolo, le enseño su mamá y es algo que disfruta mucho, algo que necesita y no podría dejar de hacer.
En general, Cristóbal Asencio considera que no se valora la labor de los artesanos, pues generalmente la gente regatea al pagar sus productos.
Una de sus servilletas, en las cuales invierte entre seis y ocho horas de trabajo, cuestan de 60 a 70 pesos, que a veces la gente no quiere pagar.
Los 4 mil pesos con los que la benefició Fonart le cayeron muy bien, pues surtirá los materiales para un pedido de tres trajes guadalupanos y doce servilletas para boda que le acaban de hacer.
“Si no me los hubieron dado, no hubiera podido”.
Derechos Reservados AFmedios
