Crónica sedentaria
Por: Avelino GÓMEZ
Hace más de dos meses la red sanitaria de la delegación de Santiago, en Manzanillo, se convirtió en un permanente río de aguas negras que desemboca al mar. Y aunque el hecho se ha denunciado en múltiples ocasiones, tanto por vecinos del área como por activistas, las autoridades poco o nada han hecho para solucionar una problemática que afecta por igual al medio ambiente, la salud pública, el turismo, la pesca artesanal de escama y molusco que todavía se practica en esa zona y la dinámica comercial y gastronómica de los alrededores.
La situación no es nueva. Frecuentemente el arroyo de Santiago —que desemboca en la bahía del mismo nombre— registra vertederos de aguas contaminantes proveniente del sistema de drenaje. Pero pocas veces, en los tiempos reciente, la problemática había persistido por tantas semanas. El origen puede estar en los estragos a la red sanitaria ocasionados por el paso de tormentas en la última temporada de lluvias, pero la persistencia de la problemática está en la nula respuesta, o incapacidad, para atender tales estragos.
El, o los, responsables de este daño al patrimonio ambiental y turístico de Manzanillo se encuentran en la administración municipal, concretamente en la titularidad del organismo operador de agua potable y alcantarillado del municipio: La CAPDAM. Pero, desde luego, la responsabilidad inmediata también recae en la persona de quien preside la administración del gobierno porteño.
Por eso, es al ayuntamiento de Manzanillo hacia donde se han dirigido las protestas y quejas de activistas sociales y líderes comunitarios. Tan sólo el fin se semana pasado, un grupo de ciudadanos, conformado en su mayoría por jóvenes, se manifestaron en la desembocadura del arroyo de Santiago para llamar la atención y urgir a la autoridad municipal a que atienda el problema. Al mismo tiempo, activista ambientales de una asociación civil local (VIMAC) —quienes a principios del mes ya habían focalizado el hecho— evidenciaban la mala gestión de los funcionarios municipales, pues han sido incapaces de abatir las causas que generan la contaminación en la bahía de Santiago.
El lugar donde se están vertiendo las aguas negras es una zona playera muy popular —y populosa en ciertas temporadas— frecuentado todo el año por deportistas acuáticos. En estas playas, sobre todo en Olas Altas, se han formado un buen número de jóvenes surfistas que destacan en competencias internacionales. Y son estos mismos jóvenes quien organizan, de tanto en tanto, brigadas de limpieza de playas y concientización de medidas de seguridad entre los bañistas. Muchos de los deportistas que se reúnen a surfear en Olas altas son, también, rescatistas acuáticos circunstanciales.
La paradoja es que mientras los ciudadanos se movilizan y hacen algo para mantener un Manzanillo limpio y amable —ya no sólo para los visitantes, sino para quienes aquí vivimos— el gobierno encabezado por la alcaldesa Griselda Martínez simplemente evita reconocer y revertir una situación generada por la incompetencia, o la indolencia, de quienes se dicen ser servidores públicos. Mucha agua negra ha corrido bajo el puente del arroyo de Santiago y no se percibe la intención de darle solución inmediata al problema.
No es de extrañar, la lógica de la administración municipal de Manzanillo es negar, salir por la tangente, anteponer la ocurrencia antes que la lógica, desacreditar, corromper el diálogo público y verter su propio río de aguas negras en la dinámica social y comunitaria del puerto.