Santiago de Chile.- Alexis Sánchez levantó la pelota con exquisitez, con la sutileza que durante los 120 minutos de juego les faltó a los dos equipos frente a la portería rival, y coronó en la tanda de penales el esfuerzo y el talento colectivo de la selección chilena, por fin campeona de la Copa América, de su Copa América, pasando por encima de Argentina, donde Messi sigue sin levantar un solo trofeo en la categoría mayor.
Chile ha ganado con justicia su torneo, en el que demostró por qué esta generación ha sido considerada la mejor de su historia: con Vidal en plenitud, los espléndidos destellos de Valdivia filtrando balones (salió de cambio, ofuscado, insultando al entrenador), y la seguridad que le otorga al equipo saber que atrás juegan Gary Medel y el extraordinario portero que es Claudio Bravo.
El 0-0 del marcador en el tiempo regular se cimentó en las magníficas exhibiciones que dieron los sistemas defensivos de ambos equipos. El primer tiempo tuvo una intensidad estremecedora: todos sabían que era imposible mantener el ritmo los 90 minutos, pero a ninguno pareció importarle, y se entregaron a un partido que combinaba el gran vértigo de los chilenos con las delicadas asociaciones entre Messi y Pastore.
Pero el equipo argentino siempre estuvo chato en el centro del ataque: Agüero peleó decenas de balones, incluso encontró alguna posición de remate habilitado por Messi, pero dedicó la mayor parte de su tiempo en el terreno de juego a recibir balonazos de espaldas al arco y esperar la llegada de la segunda línea, pero las estupendas anticipaciones de Gary Medel, y la brutal presión de Aránguiz terminaron secando la ofensiva albiceleste.
Si bien escasas las oportunidades francas de gol, el partido tenía un ritmo excelente, intenso, con elevadísimos gestos técnicos de ambos conjuntos, tanto para atacar como para anticiparse, modificar la línea de presión o tenderse en el pasto para robar in extremis.
Valdivia prosperaba haciendo circular el balón a gran velocidad, y casi siempre encontraba en buena posición a Vidal, quien contagió su vitalidad al resto del equipo.
Y cuando Argentina parecía haberse sacudido medianamente la presión chilena, y amenazaba con las incursiones de Di María, el jugador del Manchester United se embarcó en una aventura solitaria dejando atrás tres rivales, pero al final de su loca carrera se desplomó, lesionado.
Previsiblemente, el partido decayó en el segundo tiempo merced al cansancio como a la prudencia que comenzó a atenazar las piernas de ambos conjuntos, pero en los minutos finales, Messi se fabricó un hueco gracias a una de sus célebres arrancadas por el centro, puso el balón a la derecha, donde Lavezzi lo prolongó al centro, e Higuaín, sustituto del negado Agüero, sin ángulo, la mandó afuera.
Los tiempos extra fueron un compendio de nerviosismo, calambres y errores groseros, como uno de Mascherano al final de la primera mitad que no terminó en gol de Alexis Sánchez por centímetros, y los penales se fueron acercando sin remedio.
En los penales anotaron por Chile Matías Fernández, Vidal, Aránguiz y Alexis; por Argentina sólo anotó Messi, pues Higuaín voló su disparo, y Claudio Bravo detuvo el de Banega.
Chile gana su primer gran trofeo como selección nacional; Argentina cumplió 22 años desde su última conquista, aquella con goles de Batitusta a Jorge Campos. Ni siquiera Messi ha podido remediar su sequía.
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