Leoluca Orlando, ex alcalde de Palermo, Sicilia, Italia, impartió una conferencia en la sede de la cátedra Julio Cortázar, Universidad de Guadalajara, 3 de septiembre, 2010.
Introducción, Notas, Preguntas Finales al expositor Orlando y Traducción del italiano, por Carlos Ramiro Vargas Morales, Colima, Colima, a 7 de septiembre 2010.
Prima Parte:
A manera de introducción, el señor Leoluca Orlando es uno de los mayores especialistas políticos en el combate a las mafias de su país y región, Sicilia, lo que constituye toda una experiencia mundial en sí misma; nacido en mayo de 1947, en la ciudad de Palermo, capital de Sicilia, es profesor en derecho público regional, en la facultad de jurisprudencia de la Universidad de Palermo. Fue de 1978 a 1980, concejal jurídico elegido por el partido de la democracia cristiana, del presidente de la región de Sicilia, Piersanti Matarella, asesinado por los sicarios mafiosos corleoneses en 1980.
De 1985 a 1990 es alcalde de Palermo, en el periodo conocido en la historia reciente de la vida democrática italiana, como el de la “Primavera de Palermo”, en el cual, a pesar de ser miembro de un partido de centro derecha, Orlando, lejos de realizar un gobierno privilegiando a las fuerzas de su organización, y sectores sociales afines, convoca a distinguidos militantes y dirigentes de la izquierda comunista, provocando una ruptura con las formas tradicionales de hacer y practicar la política italiana de esos años.
Es en ese mismo periodo que da los primeros pasos, convirtiéndose en todo un ejemplo global, en atacar y desnudar a los diversos entramados económicos criminales incrustados en la economía legal, pero sustentados en la llamada, en siciliano, “cosche”, es decir, empresas pantalla de las asociaciones delictivas pertenecientes a la “cosa nostra”, contando con la complicidad apenas disfrazada de numerosos políticos e instituciones políticas y sociales.
Tarea apenas emprendida a pasos muy lentos por el gobierno federal panista en México, y prácticamente sin empezar desde las esferas de un gobierno estatal priísta como el de Colima, bajo la batuta del economista Mario Anguiano Moreno, aún y cuando Marcelo Ebrard en el DF, distinguiéndose de los demás gobernantes mexicanos del momento, desde el inicio de su actual periodo de gobierno en la jefatura de la capital del país, ya ha aplicado en distintas ocasiones la política de extinción de dominio, política que es una Ley capitalina aprobada por la ALDF, desde diciembre del 2008, que permite expropiar y asegurar propiedades inmuebles y capitales en manos de los delincuentes contrabandistas y criminales, por parte del gobierno perredista del Distrito Federal.
Desde esa época, con una concepción absolutamente gramsciana de la política, Leoluca Orlando emprende una ofensiva mayúscula de esa índole, pero contemplando a la vez, el apoyo o acercamiento sin titubeos, teórico y político, a las movilizaciones ciudadanas críticas en palabra y hechos, de añejas y corruptas prácticas y tradiciones políticas italianas, sin olvidarse de los factores simbólicos, culturales y sociales, articulados al fenómeno de la delincuencia mafiosa, a desmantelar, delincuencia a la que posteriormente denominaría conceptualmente como “criminalidad identitaria”.
Para 1990, Leoluca Orlando, hoy, ex eurodiputado y presidente del Instituto para el Renacimiento Siciliano, actualmente diputado en el parlamento italiano por el partido de la Italia de los Valores, ha provocado tanto malestar en los sectores más oligárquicos y reaccionarios de la democracia cristiana, pero también en los estalinistas de la izquierda dogmática, debido a sus sinceros afanes políticos y teóricos orientados a renovar a los partidos en general, volviendo a ganar abrumadoramente con 71 mil votos pese a las campañas internas en su contra, la alcaldía de Palermo, fundando sobre la marcha el partido de la Red Ciudadana. Siendo el objetivo básico de este partido, el de renovar moral y éticamente a las caducadas prácticas políticas de los partidos italianos, convertidos en simples maquinas electoreras para mantenerse a toda costa en el poder, pero con grandes huecos en su concepción y conocimiento de la complejidad social de su país y continente europeo. La incrustación de la ética ciudadana en las prácticas políticas autoritarias y facciosas de los partidos, así como en los más diversos movimientos sociales italianos, se hace posible según teoriza Orlando, debido a la existencia de una factible “transversalidad” cultural, capaz de activar a todas las fuerzas y energías positivas y antiautoritarias de los partidos y organizaciones políticas itálicas.
Por ende, el combate sin tregua a todas las formas de corrupción y microfascismo político, empresarial e institucional, así como en contra de la ilegalidad, fueron las dos principales banderas de la Red Ciudadana de la década de los noventa del siglo anterior…
“En la década de los 80 y principios de los 90 del siglo XX, la violencia criminal de los mafiosos sicilianos surgidos de la pequeña provincia de la mítica Corleone, comandados por Bernardo Provenzano y Totó Riina, se había vuelto incontrolable para el Estado italiano, así con mayúscula, pues lo mismo se dirigía contra sus competidores de otras ramas de la mafia o los representantes de la ley, carabinieris(policías), políticos y hasta jueces y magistrados, situación que provocó inicialmente una reacción de temor generalizada entre los habitantes de Sicilia, Nápoles, Calabria, todo el sur de la península e Italia en general. La gente tenía miedo de hacer denuncias a la policía italiana sobre crímenes, extorsiones y narcotráfico, -ya no se diga involucrarse contra la dictadura y microfascismos de la criminalidad-, actitud que podemos considerar como prudente cuando en esos años, importantes segmentos de los cuerpos del orden, como distintos niveles de gobierno, desde los municipales o estatales hasta los federales, tanto en Sicilia como en el resto del país, se encontraban infiltrados por las agrupaciones mafiosas. A pesar de ello, de los miles de muertos y víctimas colaterales provocados por la soterrada guerra entre las bandas criminales, y de éstas hacia el Estado, hubo policías que decidieron enfrentar a las mafias, así como diversos políticos que también asumieron con suma determinación, el combate sin tregua al crimen organizado y extremadamente cruel y despiadado. E inclusive algunos obispos y representantes de la iglesia católica italiana, hicieron lo mismo.
Semejante actitud de determinación proyectada por algunos cuantos jefes policiacos, políticos y religiosos, fue generando paulatinamente una ola de confianza entre la población, para desde los ámbitos más profundos de la sociedad civil, decidir comenzar a dar una lucha sin concesiones contra la delincuencia altamente organizada. Actitud psico-social que resultó de enorme importancia para la recuperación de la paz y la sana democracia italiana.
El caso es que cuando yo fui alcalde de Palermo, capital de Sicilia, la mayoría de mis predecesores alcaldes, prácticamente sin excepción, habían hecho pactos inconfesables con las agrupaciones mafiosas, que en lo que respecta a la mafia específicamente siciliana, controlaba desde fines de los años setenta, entre otras cosas, la mayor parte de la heroína consumida desde esa época no sólo en la bota itálica, sino en el resto de Europa. Incluso hubo un alcalde que se distinguió por no ser amigo de la mafia, sino que era él mismo como presidente municipal, uno de los capos de la entonces muy poderosa y temible, mafia siciliana.
Situación difícil de concebir para un ciudadano francés, sueco o alemán, por su interiorización culturalmente determinada de respeto a la formas legales, pero no para un ciudadano mexicano o latinoamericano de hoy, pues pese a todo, el problema no se podía ni se puede concebir como un problema específicamente siciliano, sino de credibilidad en las instituciones abocadas al supuesto buen gobierno y al propiciamiento del orden social. Y esto es válido tanto para Sicilia como para México en la actualidad, pues uno de los problemas más serios para la sana gobernabilidad y la democracia real, puede ser la existencia de policías corruptas, dominadas por los criminales. Y hasta segmentos enteros con todo y sus mandos, pertenecientes a las fuerzas del orden, cooptadas por las mafias. Pero como en todas partes, también hay policías patriotas y honestos. Cuando hay que considerar que las primeras víctimas de los policías corruptos son los policías valientemente honestos, que claro que existen en México, como los hubo no obstante en Sicilia. O las primeras víctimas de obispos o cardenales corruptos y vinculados al crimen organizado, son precisamente los obispos y sacerdotes honestos. Y que se niegan arriesgando su vida y a los seres que más aman, a volverse comparsas de sus pares corruptos. Es esta una de las primeras lecciones que yo he aprendido en mi larga lucha contra las mafias.
Y no es presunción de ningún tipo que yo, Leoluca Orlando, tengo muchísima experiencia en esta lucha. Una vasta experiencia”…
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