Escollera

Por Edgar Cazares

Recién en la anterior entrega hablé, sin el afán de incurrir en amarillismo ni en alarmismos, sobre el peor de los escenarios que se pudiera presentar con esta pandemia del coronavirus: enclaustrarnos en nuestras casas y el cese de toda actividad pública.

Bueno pues no pasó ni una semana y tal posibilidad se hizo realidad aunque me parece que con varios días de retraso.

En Europa ya habían asumido medidas drásticas por la gravedad del entorno, especialmente por la gran cantidad de contagios y, posteriormente, por un alto número de muertes derivado de tal padecimiento.

Ahora no nos resta mas que acatar las disposiciones, drásticas pero necesarias, para evitar que ese panorama de mortandad que se ha registrado en países con infraestructura sanitaria de primer mundo, se replique en una nación como la nuestra, cuya infraestructura no es la peor del mundo, pero la cual adolece de muchas cosas.

Porque ya quedó claro que ese tipo de contingencia rebasan hasta a los países más avanzados en ciencia, tecnología y medicina.

Ahí está el caso de China, el epicentro de la eventualidad sanitaria, que hizo lo que pudo ante un escenario desconocido.

Aunque al parecer lo peor ya ha pasado en el gigante asiático, la réplica de tal alerta ha generado secuelas terribles en casi todo el orbe, sin importar su condición de primer mundo o en vías de desarrollo.

Por fortuna en México, al final la decisión, extrema, llegó y mejor aún en algunos estados como el nuestro sus autoridades decidieron ir un paso adelante y no esperar hasta el 20 del presente mes para suspender algunas actividades.

Solo será cuestión de esperar y claro elevar oraciones para que la contingencia pueda ser superada lo más rápido posible pero sin apresurarla al grado de que se vaya a generar un retroceso.

Ciertamente no hay enfermedad que dure cien años ni enfermo que la aguante pero esta alerta internacional va más allá que un simple refrán. Al final, repito, el peor de los escenarios se nos ha puesto enfrente.

APUNTES DESDE LA COSTA

*Ahora, lo anteriormente citado se ciñe únicamente a términos sanitarios.

Ahora hay que esperar para evaluar cuál será el impacto económico, inevitable por cierto, ante esta situación extraordinaria y que nadie imagina ni en sus pensamientos más catastróficos.

Lo acontecido en los principales mercados a inicios de la presente semana nos brinda un adelanto de lo que puede suceder si el mal se extiende demasiado.

Y es que algunas bolsas prácticamente colapsaron al grado de estar al borde de una nueva crisis económica mundial. México evidentemente no puede estar ajeno a ello y la moneda cayó drásticamente al grado de que el dólar superó ya la barrera de los 20 devaluados pesos nacionales.

No queremos jugarle al adivino ni al agorero de los males pero sin duda la economía también se cimbrará por este tema. Estemos prevenidos.

*Una de las recomendaciones para contrarrestar un posible contagio del COVID-19 es lavarse frecuentemente las manos.

Pero gran parte de la ciudad y puerto de Manzanillo, especialmente las partes altas, carecen de un servicio regular del vital líquido cortesía de una ineficiente CAPDAM que ante un problema sí y otro también acusa a sus antecesores de haberles heredado infraestructura obsoleta.

Suponiendo sin conceder ¿por qué no han subsanado ese problema? ¿por qué no se han hecho las inversiones necesarias para modernizar la infraestructura?, son preguntas que Gabino Uribe, el titular del organismo, no ha podido o no ha querido resolver.

Sus comentarios por favor a edgar.cazares.afedios@gmail.com