TAREA PUBLICA
Por: Carlos OROZCO GALEANA
Claro que mereció nota de ocho columnas los datos ofrecidos a los ciudadanos por el Comité de participación ciudadana del Sistema Estatal Anticorrupción, entre los que sobresalieron que el 40 por ciento de los colimenses han sido víctimas de la corrupción y que, a la vez, ubican a las empresas colimenses como “completamente corruptas” por incumplir obligaciones de ley ante el Imss y emitir facturas ficticias y “mordidas” para impedir servicios a trabajadores, ocultar ganancias o adelantar proyectos y hacerlos más fructíferos para su propia causa.
Carlos Maldonado, titular de ese Comité, destacó que la práctica anormal más notable es la mordida a agentes de tránsito que suelen usar un lenguaje persuasivo con sus víctimas para que eviten infracciones a cambio del favor económico. La pregunta es si existe una red de complicidad para hacer de esas habilidades un modus vivendi en el que participan otras personas en las corporaciones, aparte de los agentes.
A la pregunta de cuál se considera la causa de la corrupción, ciudadanos respondieron hace unas semanas que era porque “los funcionarios querían ser ricos”, aunque ahora respondieron que es por la “falta de valores”. Expresó su confianza en que la variación en las respuestas es porque “el sistema anticorrupción empieza a funcionar”. Más feliz no podía ser esta consideración apresurada.
La corrupción sigue siendo un modo de vida. Tiene aprisionada a la sociedad porque México es un país con leyes magnificas pero que no se aplican. En otro plano, por lo visto, pura gente cabal ha pasado por los distintos regímenes políticos. Pero la verdad es que hay familias muy enriquecidas los últimos años, gobernantes incluso que no tenían más que un par de zapatos y salieron ricos en seis años tras “gobernar” Colima, empresarios muy adinerados que pasaron previamente por elevados cargos públicos y que hoy son fraccionadores exitosos porque conocieron trazos urbanos previamente y se hicieron en complicidad con el poder de predios donde posteriormente se abrieron libramientos. Y no han tenido llenadera. Esa misma clase político – empresarial tan nefasta como corrupta tiende a hacerse de más bienes traficando influencias, ávidos como están de ser reconocidos como personas exitosas porque atesoran más y más aunque todo mundo las ubique como personas indeseables, malos colimenses, por sus conductas ilícitas.
Por eso es muy importante establecer contrapesos al poder desde la operación patriótica de los congresos, con normas jurídicas para el uso correcto del poder, mas se precisa anular complicidades en la clase gobernante, garantizar transparencia y más cuando hay en nuestro país una cultura ética muy baja y una participación social estancada en los asuntos públicos.
Necesitamos darle fuerza a esos contrapesos. Requerimos la actuación responsable de representantes populares comprometidos con el bien común, que no le teman a los de arriba y no se conviertan en sus corifeos y cómplices. La pluralidad ha de ser entendida como garantía de autonomía y rectitud de los servidores públicos y representantes, no de alevosías cómplices.
Recuerdo que el papa Francisco dijo que los ciudadanos debemos tener los ojos muy abiertos ante la corrupción que nos tiene invadidos y denunciarla porque el silencio no puede nada contra ella. A eso debe llegar el Sistema Estatal Anticorrupción: a dejar de lado su burocratismo. Si queremos acabar con ella, mirémosle a la cara ( a la corrupción) y hablemos claro, sostuvo el líder religioso. El SEA tiene que hacer valer su condición de órgano autónomo e independiente.
Tenemos que denunciar los males que provoca la corrupción, comprenderla para poder mostrar la voluntad de hacer valer la misericordia sobre la mezquindad, la belleza sobre la nada. Requerimos instituciones comprometidas con la sociedad, no gente cínica, encubridora y aduladora del poder político que aplaude al de más arriba porque está saciando de alguna manera sus malsanos intereses.
En la medida en que profundicemos en la adopción de valores, en una educación con responsabilidad desde los hogares, en prácticas políticas transparentes e íntegras, habremos dado un paso gigantesco en la construcción de un mundo mejor. Y no se piense que solo la familia tiene que educar en valores, como se repite incesantemente. Esta tarea es deber colectivo.