Cosa de poderes
Por: Rubén PÉREZ ANGUIANO

Si el expresidente sigue influyendo en las decisiones político-legislativas (propuestas, iniciativas, proyectos) es que mantiene el poder. Si la presidenta no logra esa influencia con sus propios proyectos es que no tiene todavía el poder.

Así de simple, pues sucede que el poder no puede dividirse y si se divide no lo es. Un famoso político e intelectual lo dijo de otra forma alguna vez: el binario en política es número maldito.

El poder, en efecto, no es cosa de valoración, punto de vista o tonalidad. Se tiene el poder o no se tiene y una forma fácil de apreciarlo es con esas decisiones, con las que poseen efectos en la trama política y legislativa.

¿Qué es el poder, entonces?

Hace tiempo intenté una definición propia que dice más o menos así: el poder es la capacidad de que las decisiones sean más o menos indiscutibles e inatacables. Una decisión que se rechaza, que se aplica a medias o se transforma no tiene poder. Si la decisión se acata sin más es que si lo tiene. Eso se aplica en todos los espacios sociales donde aparece el fenómeno del poder.

Pues bien, esa definición personal del poder sirve para el análisis de la iniciativa presidencial para combatir el nepotismo. Al enmendarse y postergarse la intención presidencial, la de Claudia Sheinbaum, se hace evidente una carencia de poder. Si estuviéramos frente a una mayoría antagónica al partido de la presidenta sería explicable y haría evidente esa deficiencia en el ejercicio del poder, pero no es el caso: aquí la mayoría es la que supuestamente está del mismo lado que la presidenta.

Eso hubiera sido inadmisible frente a una iniciativa del expresidente Andrés Manuel. Además, al ser postergada en su aplicación dicha iniciativa se le da una validez tácita, mientras tanto, a las prácticas nepotistas. Es decir, la postergación acentúa lo que se quería combatir.

La Reforma al Poder Judicial no admitió dilación alguna a pesar de las muchas voces académicas, especializadas, reflexivas y jurídicas que lo solicitaban. Se dijo que era impostergable, pues había sido “sancionada por la voluntad popular” (cosa dudosa, pero es lo que se dijo). El argumento al respecto tenía todos los ingredientes del sofisma: “como la entonces candidata lo mencionó en sus mensajes y ella ganó las elecciones, entonces la reforma al Poder Judicial es impostergable pues lo exigió la voluntad popular”.

Pues bien, tan enredado argumento fue ignorado olímpicamente en esta ocasión, lo que demuestra que sólo era un recurso retórico, no una convicción.

También el combate al nepotismo fue mencionado por la entonces candidata Claudia Sheinbaum durante su campaña y sin embargo es postergado sin ningún pudor. Es como si le hubieran respondido: “sí, pero después porque ahorita no se puede”. Eso no es poder.

La presidenta debe tener claro ya que las dirigencias legislativas tienen su propia agenda y que hasta pueden tener en más alta consideración al expresidente que a ella misma. Eso debe corregirse de inmediato. El poder no admite medias respuestas ni lealtades divididas. El poder es o no es.