Diario de Educación
Por: Juan Carlos YÁÑEZ VELAZCO
Los costos educativos de la pandemia son incalculables: ¿cuánto dejaron y dejarán de aprender los niños que no tuvieron las condiciones para el aprendizaje desde casa? ¿Cuánto perdieron los niños de otros aprendizajes no curriculares por la obsesión de centrarse en las materias? ¿Cuántas lecciones desaprovechó el sistema educativo de estos ciclos escolares que enseñamos y aprendimos en casa? ¿Cuánta frustración y desencanto se produjeron entre los docentes por falta de claridad y acompañamiento? ¿Cuánto se acentúa la desigualdad social con los millones de estudiantes que abandonarán la escuela?
Esas y muchas otras preguntas ahora no tienen respuestas, pero hay costos que ya están a la vista, desde que entramos a la vorágine pandémica. Uno en especial es cruento: el abandono escolar.
Desde la creación de la Secretaría de Educación Pública, hace 99 años, México ha dado pasos gigantescos en lograr el acceso de niños y jóvenes a las distintas etapas de la escolarización. No es suficiente, ni lo deseable, pero avanzamos. El derecho a la educación (no siempre buena educación, es verdad) era una realidad cada día más palpable; hoy avistamos un retroceso.
Este sábado, en la conferencia vespertina de la Secretaría de Educación Pública, el subsecretario de Educación Superior, Luciano Concheiro, advirtió que por lo menos el diez por ciento de la matrícula de educación básica abandonará la escuela como consecuencia del COVID-19. A ellos sumó un ocho por ciento en educación superior. Con ambas estimaciones, prudentes, estamos hablando de casi tres millones de estudiantes que no volverán a las escuelas. En el tramo más despiadado, el bachillerato, en los años más recientes la cifra de la mal llamada deserción superaba los 700 mil estudiantes por año.
Las cifras son escalofriantes para quienes tengan mediana sensibilidad: más de 3.5 millones de alumnos se quedarían en la cuneta de la carretera escolar, lo que representa un diez por ciento de la matrícula global. Así, en meses, la pandemia nos regresará al tamaño de varios años atrás.
El nudo problemático es complejo e irresoluble sólo desde el sistema escolar; la pregunta lacerante sigue en pie: ¿quién abandonó a quién? ¿Los niños y jóvenes a la escuela, o el sistema escolar a ellos? Lo cierto es que la desafortunada declaración presidencial de que la pandemia “nos cayó como anillo al dedo” tendrá costos incalculables para más de una generación. ¿Quién asumirá la factura?