Colima.- Desde que comenzó la pandemia en Colima, Francisco ha pasado hasta 24 horas incinerando cuerpos en el crematorio donde labora en la zona sur de la Ciudad de Colima.

Esto debido a que la demanda de este servicio se ha incrementado en un 400% (en cada una de las empresas que brindan este servicio), a raíz de las defunciones por COVID-19, que obligaban a la cremación de los cadáveres para evitar la propagación del virus.

Este es uno de los cuatro crematorios que hay en Colima y se calcula que en promedio en este se ha incinerado a más de 200 personas que murieron por COVID-19 desde que inició la pandemia en marzo del año pasado, además de otras que murieron de manera natural o por causas ajenas a la enfermedad.

En la era moderna, la cremación comenzó a utilizarse en Austria en 1873 y en la actualidad a raíz del problema sanitario causado por el virus SARS-CoV-2, se ha convertido en una alternativa para intentar reducir los contagios que puede causar la cercanía de las personas con un cuerpo infectado.

Sin embargo, la cultura de la cremación no es un tema arraigado entre la sociedad y aún prevalece la inhumación como el método más usual para disponer de los restos de una persona tras su muerte.

En Colima esta práctica fue un poco más común en la última década y tomó fuerza hace un año con la crisis de la pandemia.

El negocio de cremación

Francisco Virgen, técnico embalsamador y reconstructor de cadáveres, menciona que en el estado de Colima, mucha gente no considera la posibilidad de la cremación porque no cree en eso aun cuando la religión lo permita, sin embargo, la situación que desató el coronavirus cambió esta situación y ante la necesidad de evitar los contagios se recurre a dicho método.

Francisco Virgen, técnico embalsamador y reconstructor de cadáveres

Sobre los costos de un proceso de cremación afirmó que estos varían, ya que las personas que mueren a consecuencia del COVID incrementan un poco el precio debido a los protocolos y materiales de seguridad que se requieren para su manipulación, además de que se invierten más materiales, equipo, energía eléctrica y gas, entre otros.

Explicó que regularmente son dos personas las que se encargan de recoger y trasladar los cadáveres a los hornos del crematorio, cuya plancha está fabricada de cerámica que resiste las altas temperaturas. En ese proceso se utilizan dos trajes de protección y dos pares de guantes para cada persona, así como mascarillas y otros aditamentos y utensilios de seguridad.

“Las cremaciones son directas del hospital o del lugar donde haya fallecido la persona, al horno; hasta el momento no está permitida la velación del cuerpo y actualmente este servicio que ofrecemos puede ir de los 10 mil y 12 mil pesos. El cliente nos llama, le hacemos presupuestos y vamos de inmediato por su familiar al lugar donde se encuentre”.

Con 20 años de experiencia en el negocio, Francisco menciona que actualmente también maquilan (prestan el servicio) para otras funerarias de Colima y Jalisco, porque no hay muchos hornos crematorios en la región y ante la alta demanda que existe en la actualidad, otras empresas buscan sus servicios para cumplir sus compromisos.

Horno crematorio

“Cuando inició la pandemia por este virus no se sabía mucho sobre la enfermedad, los síntomas, efectos y sus riesgos de contagio, por lo tanto, no había la seguridad de que la causa de muerte hubiera sido esa, pero independientemente de lo que dijera el certificado de defunción nosotros aplicamos nuestros protocolos de protección porque es un documento que se puede manipular y cabe la posibilidad de una modificación para evitarle a la familia las exigencias y limitaciones que significa un diagnóstico por COVID”, dijo Francisco.

Paciente atendido por COVID-19
Proceso de cremación

El proceso especial de cremación de un cuerpo infectado por COVID-19 inicia desde el momento de verificación del certificado que avala la causa de muerte por parte los representantes de la empresa que realiza la incineración.

El cuerpo se coloca en un ataúd, preferentemente fabricado de cartón, para ingresarlo al horno y realizar la incineración de ambos, a fin de evitar la manipulación del cadáver.

Cuando no se utiliza ataúd el cuerpo se ingresa en dos bolsas especiales y se envuelve o amortaja con un material plástico especial para evitar en la medida de lo posible el contacto. Ya en el crematorio se coloca en una camilla especial, se desliza al interior del horno e inicia la cremación que en promedio dura cuatro horas por cada cadáver.

Afluencia de población al centro de Colima en época decembrina

El proceso inicia desde el momento en que se ingresa el cuerpo al horno, se realiza la cremación y después el enfriamiento para poder manipular los restos.

“En ocasiones tuvimos que ponerle ventiladores para bajar más rápido la temperatura del horno y seguir trabajando, ya que teníamos saturación de cuerpos y necesitábamos meter otros”.

Lo que se desintegra en el horno es el cabello, los músculos, la piel y los tejidos del cuerpo, permaneciendo casi intactos los huesos que posteriormente son molidos con maquinaria especial, de la que se obtiene las cenizas que se entregan a la familia de las personas fallecidas.

Debido a su complexión, cada cuerpo se desintegra en tiempos y temperaturas diferentes. En una persona delgada la temperatura llega hasta los 875 grados centígrados, mientras que alguien más obeso se incinera en cerca de mil 100 grados.

Al preguntarle si algún cuerpo ha sido imposible incinerarlo debido a su complexión o características particulares, el entrevistado mencionó que en una ocasión una persona muy excedida de peso no pudo ser ingresada por la compuerta del horno que mide aproximadamente 80 centímetros de ancho por 70 de altura.

Finalmente refirió que esta empresa también ofrece servicios funerarios y vende ataúdes, por lo tanto, a sus clientes les brinda paquetes completos que van desde el proceso de cremación, renta de mueble, toldos, carrozas y capilla de velación.

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