Diario de Educación
Por: Juan Carlos YÁÑEZ VELAZCO Twitter@soyyanez
Es lugar común que las crisis y las circunstancias inesperadas, como las que vivimos, nos colocan frente a oportunidades imprevistas. Las oportunidades tienen dos caras, por supuesto: aprovecharlas o no; salir avantes o fracasar. Los momentos de crisis templan a las personas, las fortalecen o exhiben en sus debilidades.
Todo eso se puso en juego con la pandemia también en el sistema educativo, con nuestros distintos roles, como padres y madres, maestros, directores y autoridades, incluso como estudiantes. Descubrió fortalezas y desnudó flaquezas.
Incesante, registro lo que capta mi radar. El discurso imperturbable del secretario de Educación Pública cuando presentó la estrategia nacional de educación a distancia, montada sobre Google y YouTube. Sus palabras sobre la educación de calidad y excelencia o la indiferencia ante la realidad de las distintas brechas digitales resultan ominosas. No pude evitar, mientras lo escuchaba, traer a la memoria las escuelas de Quesería donde desarrollo mi investigación. La escuela multigrado y multinivel de El Zedillo, por ejemplo, sin edificio, sin piso, sin agua, sin luz, sin internet, sin barda perimetral, sin baños, sin canchas, solo con dos aulas móviles y maestras comprometidas.
Me parecen fundadas las quejas en redes sociales de madres y padres, unas con más argumentos, acerca de la naturaleza de las tareas a los hijos o la cantidad de esfuerzo que les exige a quienes tienen dos o tres críos y deben apoyarles a todos, muchas veces, con carencias de escolarización que no salva YouTube, menos Classroom.
Observo la despreocupación frente a las condiciones de maestras y maestros que trabajan desde casa con recursos personales, con sus propios gastos, y me pregunto si los Sindicatos, por ejemplo, gestionarán o canalizarán parte de las cuotas como apoyo para cubrir el pago de internet o las recargas de teléfono. Probablemente ya lo hicieron y no estoy enterado.
Me incordian los discursos falaces que exaltan al aire la actitud de compromiso y entrega de “todos”, cuando todos sabemos, eso sí, que no todos dan su mejor esfuerzo. Ese discurso, políticamente correcto pero verídicamente estulto, no reconoce el compromiso de quienes sí lo hacen con absoluta responsabilidad. Reconozcámoslo: los momentos de crisis exigen y comprometen.
Para no extenderme: repudio la ceguera de autoridades o maestros que no se dieron cuenta que la realidad cambió y que la casa no es la escuela; que no se puede trasladar la dinámica del aula a la sala de estar o la mesa del comedor. No se dieron cuenta, no quisieron darse cuenta o no les importó.
Además de apreciar genuinas expresiones de generosidad en organizaciones sociales y la proliferación de espacios de información o debate, bienvenidas siempre, quedan al descubierto muchas de nuestras falencias, evidentes en la pobreza de ideas que sustentan proyectos educativos.
Termino con una imagen que me va quedando más clara con los días de contingencia pedagógica. Después del terremoto los expertos y, a veces cualquier persona, advierten las deficiencias en las construcciones. Ahora, con el confinamiento y la educación a distancia, ya podemos también apreciar deficiencias que permanecían ocultas en escuelas y sistemas educativos. De paso, el talante de las autoridades.