#CrónicasMaternas: de colores

Quienes me conocen saben que soy morena, pero junto a bebé mi piel se ve más oscura. Quienes le conozcan sabrán que su piel es más clara que la mía, bastante más clara.

Eso me ha valido un par de “Ay, seguro salió al papá, ¿verdad?», además de un par de «y usted es…». La mamá, soy la mamá.

Jamás me había puesto a pensar en el ‘color’ de las personas ni en cómo influye en sus vidas. Sí, claro que leí el informe del INEGI sobre cómo actúa el mercado laboral según el color de piel de las personas, pero nunca me había pasado, o al menos no lo había notado.

Bebé es de piel blanca, pero la verdad me molesta que la gente señale esa característica como un atributo o lo exalte como si fuera «especial» o «mejor».

-¡Ay, qué blanca!

-Oye, ¡qué güerito!

-Mira ¡qué preciosura, qué blanquito!

-Pero mira nomás: ¡qué güera tan preciosa!

-Pero ¡qué rubia!

-¡Mira el pelito tan claro!

-Es un bebito Gerber, ¡qué preciosidad!

Y un largo etcétera…

Dejemos de señalar el color de la piel como un elemento positivo. Los niños no saben de discriminación, ese es un concepto que enseñamos los adultos.

Ellos no deben aprender si un color es mejor o peor, de niño o de mi niña, los colores son colores, y el de la piel va incluido en la paleta y tiene cientos de pantones.

Así que, háganse un favor y dejen de hacer referencia al color de las personas, plis.

El color no es una virtud o una habilidad, es un color, una característica física y ya.

Qué importa si es azul, verde, morada (bueno ahí sí, significa que se ahoga y necesita ayuda), roja, amarilla, blanca, negra, apiñonada, canela o miel.

Mi bebé nació en morado, respiró a rosa, creció en guinda, con las sombras de torna turquesa, en sus días malos tira al rojo, cuando se enferma es violeta, pero cuando sonríe es ámbar y cuando me besa resplandece en dorado.

Qué importa.

Harta me tienen con su “por qué tan güera, seguro salió al papá”. Mis 48 horas de parto me costó como para que me salgan con esas cosas.

En otras noticias, bebé dejó de oler a bebé. Ahora huele a niño/niña, agrio, ligeramente dulce y astringente. Bienvenidas las persecuciones a la regadera. Aún así, me vuelvo loca cuando le quito los calcetines para meterle a bañar y le huelo sus patillas hediondas. Droga pura.

Fin del comunicado.